Esta mañana, en mi deambular rutinario alrededor de las esencias del vivir, he visto en un jardín, sentado, a un hombre triste, quiero decir con cara triste, ausente y con aspecto de tener todo el tiempo del mundo. Era bastante mayor. Lo curioso y extraordinariamente sencillo es que he visto como se daba un baño de amistad animal aunque, primero, se haya llevado un susto enorme cuando a una guapa rubia veinteañera se le ha escapado uno de esos enormes perrazos tipo labrador, y se ha ido corriendo hacia el anciano, el cual, con cara de “voy a morir” ha recibido al perrazo, (Julius se llamaba), con las manos en alto, pero Julius se ha parado en seco y ha empezado a lamerle la mano al hombre y le ha llevado, a Julius, un buen rato que el hombre entendiera que el melocotón que llevaba en la mano se lo lanzara para jugar a modo de pelota. “Ay, los animales”, me dice el hombre, intentándonos tranquilizar a mi y a la veinteañera, hace una pausa y concluye: “Si muchos hombres fueran como ellos, seguramente, viviríamos todos mucho mejor”. Cosas sencillas, ya veis, cosas que pasan cada día. A ese hombre, hoy, Julius le ha cambiado la cara.
A cuento de la historia y como excusa, dejo aquí una presentación en pps que me manda mi amigo Salinas y que es una joya. Justo al ponerlo y ya lo hemos visto hasta tres veces, mi niña, al oír la música, no ha podido mas que dejarse arrastrar hasta mi despacho. Una preciosidad de presentación:
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