viernes, 3 de agosto de 2012

Adriana sonríe. Solo ha conseguido un techo para dormir y está feliz

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03 agosto 2012

De vez en cuando, te quedas perplejo leyendo noticias que no sabes como adminístralas en tu conciencia. Una joven colombiana que vino a España a desarrollar su profesión de licenciada en económicas, acabó en el banco de un parque, durmiendo a la intemperie, tras un extraño peregrinaje como es el que el mundo laboral ofrece, hoy,  a los más débiles. Ahora, tras tres meses al amparo de las estrellas, la han colocado en una casa de acogida. La difusión de su estado en el mundo mediático y virtual ha conseguido que Adriana vuelva a sonreír – ¿Cuantos hay, aún, que no pueden hacerlo? – Esa es la pregunta que, como litiasis biliar y entre otras, atormenta mis noches de cordura y acidez, pero no bastando con ello, me atormenta mucho más que quizás nunca lo sepa.

Pepe, mi amigo cafetuliano, el exsindicalista de lujo, me dice: “Enrique, eres un blandengue, conyo, endurécete, este mundo no es para blandos. Piensa en las monjas esas que cogían comida de las casas de ayuda para dársela a los pobres y luego la colocaban en sus colegios, si, donde ellas cobraban 600 € por educar y no se cuanto por la comida. Verás como se te pasa la blandenguería y con ello te das la hostia en el suelo al aterrizar, amigo, y vuelves al mundo real”.


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