jueves, 25 de octubre de 2012

Él era el amor de su vida o el clásico: “Qui leur donnent par le cul”


El amor siempre fluye

25 octubre 2012 – 25 octubre 2009


Veía el domingo a la gente en los bancos de la Iglesia lanzándose esas miradas lascivas en uno y/o de simple observación de modelitos, en otra, es ya una rutina deseable.

¿Por qué tendrán que hacerlo siempre aquí?, le pregunto a Antoine, que es de Foix, y me responde: “C´est la vie, mon ami”, todo eso con una cara de cómo queriendo decirme, o decirse; “Ce sot est chaque fois plus fou” que, mas o menos, quiere decir que le deje tranquilo que él con lo suyo ya tiene bastante.

El pobre Antoine tiene una hija que ejerce en un Club de nombre Italiano en Castellana, pero él hace como que no se entera, pues la niña, oficialmente, está estudiando “teleco” y su mujer, que no es la madre de la niña, tiene una enfermedad degenerativa muscular, distinta a la mía, que, para moverse, le obliga a manejar un trasto electrónico precioso, y no tan pequeño como quisiera el cura, pero que le da un gracioso toque “Miamista” a lo suyo.

Todo sería casi normal si no fuera porque la motorizada pareja de Antoine, que tendrá unos 60, le dejó por un famoso jugador de tenis en los 80, cuando ambos vivían en París. Él acabó con una negra azulona del Senegal y se fue a vivir a su pueblo natal, donde la azulona murió de una enfermedad venérea, cuando él ya rondaba los 55. Él tiene ahora casi 70, pero hace cinco su querida mujer, aquella que se fugó con el tenista, volvió a él porque descubrió que él era el amor de su vida y porque el tenista, y todos los amigos de su club, ya no sabían que hacerle para sacársela de encima. De paso le contó, al año, que le habían descubierto determinada atrofia que le sentaría en una silla de ruedas en pocos años.

Y mi amigo Antoine vive feliz y querido por todos, mientras le hace creer al resto del mundo que él tiene Alzheimer, lo cual evita, y es por eso que lo hace, que le llamen cornudo o “tonto del culo”.

Ahora, tiene el respeto de todos y hasta el cura, le llama; “Pobre Antoine”, para luego añadir; “Estamos en el mundo para sufrir, hijo”. Y Antoine, guiñándome un ojo, a la vez que con un gesto amigo de brazo en alto, en señal de despido, me dice; “Qui leur donnent par le cul”, que, más o menos quiere decir lo que parece.

Así son los deseables paseos matutinos dominicales, cuando puedo hacerlo, claro.


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