lunes, 22 de octubre de 2012

“Usted es Enrique, ¿verdad?”



Difuminado y olvidado

22 octubre 2012

Salía esta mañana hacia mi especial quehacer y justo al salir, junto a los buzones, me he tropezado con uno de esos vecinos de los que siempre saludas pero no tienes ni puñetera idea de quien es. El hombre de porte elegante, quizás algo mas mayor que yo, siempre se muestra como un caballero de la alta sociedad, es decir, pocas palabras, muy serio, muy cordial, pero sin posibilidad de continuidad en el trato. Pero, curiosamente, hoy se ha acercado a mi buzón, donde yo andaba trasteando con la llave, el difícil acceso al mismo y la montaña publicitaria que en él había. Se ha parado a mi lado, se ha quitado la gorrita de gales que llevaba en testa, tipo madrileño con arte, se ha acomodado la elegante corbata que lucía y con una sonrisa de oreja a oreja, de modo tímido, me dice: “¿Usted es Enrique, verdad?”

Al rato de haberse ido mi vecino, yo todavía seguía allí, haciendo ver que cerraba el buzón. Ese pequeño y elegante hombre con aspecto de mayordomo de película inglesa me ha dado la lección del día:
Enrique, usted no se acordará de mi, siempre le saludo pero por la forma que veo me contesta, no me da la impresión de que me recuerde, si. Yo soy el padre de Manuel, aquél muchacho que usted colocó en las 188 viviendas del polígono San Blas, si, ese edificio al que llaman el Huevo Frito. Era el año 82, yo vine a verle, en una oficina de obra que usted tenía ahí, en la actual plaza que hay detrás de ese edificio, para pedirle que colocara a mi hijo que, entonces, tenía 19. El niño salía del submundo de la drogas y de esos centros de encarcelamiento juvenil de los que nada se aprende. Yo le pedí que lo colocara como única medida para que  le liberaran de la condicional, y usted, no sé como lo hizo, pero tras una charla de una hora y media con el chico, a solas, lo contrató para listero – Nunca se lo pude agradecer, eran otros tiempos. Si quiere, podemos tomar un café ahora y si no puede, se lo dejo pagado en el Bar de la esquina o podemos quedar otro día
Siempre he pensado que el mundo es, habitualmente, desagradecido y al decir el mundo quiero decir, mas bien, las personas en general, pero manteniendo la teoría que siempre me enseñó, desde la mas tierna infancia, mi querida Paquita, que no era otra que esa especie de parábola bíblica que dice algo así como que: “haz bien y siempre serás recompensado aún y en el paso del tiempo y aunque sea por ti mismo”, pensaré que, a pesar de todo, siempre vale la pena hacerlo. Yo solo convencí a Manuel de que fuera capaz de adivinarme su futuro, me contó sus problemas y sus dependencias, odiaba a su padre, aún hoy, no se habla con él, jugamos a maestro y a alumno y lo convencí. Manuel llegó muy lejos, llegó a ser y es, un gran Jefe de Obra habiendo pasado por todos los cargos intermedios de una obra hasta llegar ahí. Manuel es uno de mis principales recomendados de toda la vida y uno de mis grandes valedores. Cosas del destino. Quizás, cuando me reponga, tomaré ese café con mi vecino y hasta le cuente lo que querrá oír.


6 comentarios:

  1. Enrique amigo, cada vez pienso más seriamente que debias escribir un libro del tipo manual de autoayuda (perdón por el palabro, no se me ocurre otro) en tiempos sin valores al alcance de la mano. Tus experiencias son impagables. De nuevo has logrado sacar fuera mi lado tierno....Un abrazo

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    1. Gracias, Antonio, pero creo que la edad me está ablandando como un huevo duro. Quizás escriba ese libro algún día, si, pero será después de muerto, no quiero que me maten antes de hora.

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  2. Bravo Enrique por lo que lograste con ese muchacho..de ahi que el padre esté tan agradecido. Y es cierto, tus buenas obras por seguro ya te han recompensado .Lindo Sabado.

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    1. Gracias Idolidia, recordar estas gestas me hacen sentirme bien y, además, me sirve de cuentos a contar a mis nietos.
      Un abrazo-e.

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  3. Eres un excelente narrador , ENRIQUE tARRAGO
    No se perdonar facilmente pero no suelo olvidar nunca a las personas que me ayudaron y si puedo lo devuelvo siempre

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    1. Esa forma de pensar, la tuya, es loable, Griselda. No hay mucha gente así.
      Un abrazo de domingo

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