Me maravillaba de que fuera capaz de emocionarme por algo tan bucólico como es oír a Paganini o a Litz. Hoy, oyendo la Campanella me ha sucedido una vez más. Claro que para ello me ha ayudado mucho que mis amigos cafetulianos estuvieran indagando cual es la verdad para que determinados políticos, hoy de UDC, se salgan de rositas después de haber robado unos cuantos cientos de millones del Servei de Trevall de la Generalitat de Catalunya. Me quedo con Arthur Rubinstein, me temo que eso, a la vista de que mi espíritu revolucionario se perdió con mis posibilidades físicas de hacer algo mas contundente, es todo lo que puedo hacer para sobrevivir a esta época de golfos nombrados y/o votados por el pueblo, en prácticas execrables:
“Y me permito hacerles un ruego: si en algún momento tropiezan con una historia, o con alguna de las criaturas que transmiten mi libros, por favor créanselos. Créanselos porque me las he inventado”. (Final del discurso de Ana María Matute al recibir el Premio Cervantes 2010)
miércoles, 9 de enero de 2013
Campanella: Un remedio ante tanta golfería impune
09 enero 2013
He dejado de respetar a todos aquellos que se cuelan en la red para insultar y crear acusaciones falsas como divertimento propio y extraño.
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