sábado, 5 de enero de 2013

La mierda que se meten …


Asesinando el tiempo útil


05 enero 2017            2013


Me contaba anoche, de madrugada, uno de esos sensatos y formados cuidadores de los accesos a una cualquiera de esas salas nocturnas de música y danza juvenil, sus penas y alegrías a la hora de desarrollar su actividad:
“Empezamos a las tres y terminamos a las siete y media de la mañana” – “La mayoría vienen hasta las cejas de todo lo que pillan. Son chavales de 18 a 25 años y dominarlos es toda una proeza” – “Algunas me dicen: Si no me dejas pasar diré que me has intentado violar y que me has arreado. Y se pegan un golpe contra la pared hasta que sangran” – “Hace poco, nada más entrar, me di cuanta que uno de ellos estaba pasadísimo y apenas me miraba. Justo al pasar se agarró el extintor y empezó a rociar a todo el que pillaba. Me costó acabar en el hospital con intoxicación y golpes, pues estos chavales, con lo que llevan, se convierten en rocas y desarrollan una fuerza increíble. A veces, son imparables” – “No se que les pasa. Yo apenas tengo 30 y nunca he hecho esto. La noche y estas discos de madrugada son una bomba en potencia y cada uno de los chavales que entran un átomo de ella” - “Yo, Enrique, voy loco por encontrar otro tipo de empleo, lejos de la noche, pero no lo hay y este podría ser un buen empleo si no fuera por ellos”
Ser controlador de accesos de locales, donde acuden los chavales en la fase festera final de cualquier noche del fin de semana, seguratas como llaman ellos, los controlados, a esos profesionales, es un oficio del que casi no sabemos nada. Ellos son, sistemáticamente, maltratados por la opinión pública y solo se nos muestran sus cualidades cuando se producen excesos , que los hay, aireándolos a bombo y platillo en los medios de comunicación mas radicales. Ellos no son, ni mucho menos, los culpables de una movida juvenil nocturna que desahoga sus pretendidas frustraciones  en el alcohol, en toda esa mierda que se meten sin control alguno y en los excesos de cualquier tipo que los está llevando, a quienes lo practican, a una degeneración de la vida social nocturna del que esa masa silenciosa de padres y cuidadores, toda una generación, les permite que lo hagan a su libre albedrío pues así no molestan.

La frase de despedida de mi sufrido amigo de anoche, me dejó muy pensativo: “No se quien tendrá la culpa del comportamiento de esos chavales, pero busquemos a quien les da el dinero necesario para mantener ese ritmo, pues las copas, la mierda que se meten y todos esos excesos que cometen, no son baratos, precisamente. Si el que se lo consiente los viera con mis ojos, quizás otro gallo cantaría. Para ellos, seguramente, lo mas fácil será creerse que esto no pasa”.

N: El título de esta bloguería tiene que ver con la cantidad de veces que anoche tuve que oír esa frase, la del título.







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