15 febrero 2013
Una mañana de ensueño – ¿Como dices, Enrique? – Dices eso y te miran con cara de el que ve a un político: “Mientes ¿verdad, Enrique? – Será bueno para aquél que no tiene a todos los hijos en paro y a dos de ellos viviendo en tu casa”, me dice Pepe, (el sindicalista hasta la muerte). Leonor entra al trapo y le dice a su íntimo enemigo, Pepe; “Dile a tus hijos que dejen el móvil y el tabaco y con eso podrán ayudarte a mantenerlos. No tiene nombre lo que hacen contigo, Pepe”
Arturo, que parecía hoy mas tranquilo que nunca va y suelta; “Y el hijo de … del Bárcenas, por ahí, esquiando”
La Loli ha empezado a lamentarse de la decadencia del mundo de la hostelería, de la falta de crédito de los bancos y de sus proveedores y de que le van a cortar la luz por falta de pago, (ella dice que el contador funciona mal)
Me he tenido que ir, el personal está muy irascible y saltan a la mínima. Me paro en un banco de sentarse, frente al mar, y allí veo a gentes que hablan en cualquier idioma, incluso en castellano, que no hacen mas que echar fotos, pasearse cogidos de la mano, por la cintura y hasta dándose besos escondidos. Van vestidos de primavera, sin grandes ropajes y con la mirada puesta en el horizonte.
Otros se paran a mirar la incontenible belleza que el mar, hoy tremendamente tranquilo, ofrece. Todos derrochan expresiones de amabilidad, de felicidad, incluso algunos, a la que los miras con cara sonriente, te saludan y te dicen bye, good day, bon jour, bon día o, simplemente, te sonríen a la vez que hacen un gesto de asentimiento con la cabeza.
Tendré que volver a la realidad, seguro, pero de momento me detendré aquí, a hablar con él, con el mar, eso me pirra.
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