sábado, 18 de mayo de 2013

Lucía se fue y él se quedó solo, sin vida


18 mayo 2013


Llegó el momento de las copas, si, cuando todo el mundo se suelta y alarga hasta la punta de su lengua todo aquél ego o el veneno, según vaya la sesión, que llevan dentro. Ellas, siempre espléndidas,  con sus gestos y sus insinuantes vestidos diseñados para la ocasión hacen que la noche adquiera un tinte sexi y algo morboso, como no. Ellos, los mas cultos, siempre los mismos, hablan y hablan de lo mucho que saben, siempre, aconsejando soluciones volubles y de escaso alcance y efectividad, pero se lo pasan bien. Es el mundo de la noche y, en cualquier caso, vista desde mi especial óptica, claro. 

Pero entre todos ellos y mientras la algarabía se iba haciendo mayor, dada la creciente alcoholemia de baja intensidad que van adquiriendo los actores de la noche, al fondo, junto a la puerta que da a la librería del local, allí estaba él, un joven sesentón de sienes plateadas y figura esbelta, corbata impecable y traje oscuro. Estaba sentado, con expresión dulce y mirada al infinito, parecía estar flotando mientras al fondo se oía esa bella canción que el responsable del evento decidió adornar la escena. Me acerqué y, aunque no era persona que conociera a fondo le pregunté, copa en mano, si estaba bien. Él pareció salir de su ensimismamiento, me miró con cara de sorpresa y me dijo: Se llamaba así, como la canción, nuestra canción, Lucía. Y sin saber muy bien por qué, me senté a su lado y si mediar mas palabra estuvimos los dos, como dos tontos, escuchando la música como si fuera la primera vez que la oyéramos. Mas tarde, él me contó como en una triste mañana de febrero de hace ya seis años, Lucía se fue para siempre y él, aún hoy  …






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