02 julio 2013
Juan ya no atiende a razones, su nuevo estatus de jubilado lo lleva mal y no sé si conseguiré que remonte el vuelo o entre en el carril. Hoy, al segundo carajillo de la tertulia de la madrugada, y en medio de uno de nuestros Remakes de siempre, me ha dicho que siempre quiso despedirse de su Padre y que no pudo porque nadie le advirtió que tenía un cáncer de colon. Él, su padre, lo llevó en silencio para no hacer sufrir a nadie de su familia
- ¿Juan, estás bien?– No.
Y se ha marchado, según me ha dicho, a la Iglesia a rezar ¿¿??. Juan es así, es, seguramente, el último de su especie. Le gusta sentarse en un banco de la Iglesia y aunque no haga nada mas que pensar, dice que allí se encuentra consigo mismo. Pepe, el sindicalista hasta la muerte, que estaba sentado a mi lado, bastante mas pragmático que cualquier otro ser que yo jamás haya conocido, me ha dicho, con su prohibido pitillo en boca: “Este tío es gilipolla, Enrique” – Y yo, con la mirada fija en la espalda de Juan, al que veíamos alejarse, le he dicho; ¿Tú crees, Pepe?
Jubilarse y dedicarse a reflexionar?
ResponderEliminarNo está mal... :-)
Como diría mi amigo Pepe, el sindicalista hasta la muerte, Pozí, Candela, pozí. Una delicia celestial.
EliminarPerdón... más aún... parafraseando a Sócrates, "la vida no examinada no merece ser vivida".
ResponderEliminarSiempre es bueno reflexionar sobre los actos, se esté jubilado o se esté en las etapas iniciales del trayecto.
Un saludo, Enrique.
No podría estar mas de acuerdo, Herep. Gracias por el empujón. Un honor verte por aquí.
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