22 agosto 2013
Ayer escribía sobre la noble
y loable, actitud de aquellos amigos que procuran, siempre, dar empujones
de moral a cualquiera y, especialmente, cuando su estado etílico es,
aún, incipiente y/o de baja intensidad. Si están sobrios, se
agradece más, mucho más. Pero hoy, Juan, que, como novedad,
no ha puesto verde a su mujer y a su manía de hablarle, siempre, desde la
habitación de al lado, por ejemplo, cuando me ve llegar, quitándose las
gafas, va y me suelta: "Enrique, yo creo que tu problema será
de desubicación de las vísceras. Andarán perdidas en ese bombo, jajaja"
- Y yo, por qué no voy a decirlo, pues me ha sentado fatal lo del bombo y
cuando iba a contestarle al estilo Mou, ...., no, pues no, no me ha
dado tiempo porque Leonor, siempre atenta, va y apostilla; "No,
Juan, el problema de Enrique, que es el mismo que el mío, es el de
la decadencia de sus vísceras" y Antoine, desde la barra, copa
de Marie Brizard en mano, con su
especial acento del Languedoc, concluye con una sentencia
mortífera; "Siempre habláis de vosotros, si,
vosotros, vosotros, vosotros, il vous remplit la bouche pour
parler, toujours, de vous et de vous" - Un largo silencio y, al
final un seco “hasta mañana”, deja las cosas en un stanby honesto.
Hoy todos hemos aprendido
algo. Antoine y su Marie Brizard, han tenido la culpa. Me voy
a por la fruta del día. Cuidaros y, ah, dientes, si, dientes, lo demás a
nadie le interesa.
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