18 agosto 2013
Tientas la suerte y hasta te enamoras de la muerte. Pasan los años, las esencias vitales se esfuman y hasta las ganas de buscar un objetivo empiezan a difuminarse en el cuadro del horizonte que programaste a los 20. Te sientes controlado, la movilidad en crisis y las formas en el cementerio. No siempre existe un fin programado, quizás, pero me encanta creer que esta vida tiene algún sentido. No sé, todo es posible, sí, incluso cuando no juegas a la lotería , claro, o eso quiero creer. La suerte es la solución de los mediocres y, no, no quisiera abrazarme a ella.
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