21 septiembre 2013
Ese sordo ruido a ciudad al que te acostumbras como un perro callejero al hambre, te lleva a buscar entre ellos alguno que te aproxime al silencio de las misas, al del pájaro que canta al amanecer o a meter las orejas en el frío del alba mientras intentas explicarte por qué el disco rojo se fija cada vez mas alto en el horizonte. A veces, sin que nadie me lo pueda explicar, eso pasa, oigo esos ruidos, los intuyo, los veo a través del cristal de mi ventana y los siento como si la vida fuera a acabarse mañana, es como si todo el mundo estuviera gritando, a voces, MUERTE A LA VIDA.
Pero no, no están ahí, es como si los que se empeñan en su destrucción lo hubieran conseguido, lo sé, pero a mi me gusta, ahora que puedo, imaginarme que esos sonidos existen, que están en algún lugar y, si, yo estoy con ellos, me los imagino, en algún lugar y, si, yo con ellos.
Uno de los inconvenientes de vivir en la ciudad es ese, Enrique... el ruido acalla la armonía del campo.
ResponderEliminarUn saludo. Feliz Domingo.
Un honor verte por aquí, Herep.
EliminarHace años, ante la invitación de un amigo para hacer una excursión al pirineo, me definí como un "urbanita con vértigo". Ahora, en cambio, con el paso del tiempo añoro la belleza de la naturaleza. Es una extraña añoranza, ya que nunca he vivido en ella. Precioso vídeo. Un saludo,
ResponderEliminarComparto, mimarzgz, a todos los urbanitas, tarde o temprano, la naturaleza nos acaba descubriendo
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