25 febrero 2014
Junto a ese sensual ruido del batir de las olas en la orilla del mar, la presencia de un lejano e indiferente, horizonte, hace que se me ocurra, siempre, pensar en esas tantas cosas que aún quisiera hacer y otras tantas que debiera reparar aunque, ya, no pueda. Pienso ahora esas sentencias estúpidas que alguna vez, sin soporte ni razón alguna, hemos sido capaces de administrar sin pensar si con ello nos convertimos, simplemente, en uno más. Años y años viendo y saludando a una persona y un buen día te la presentan, la conoces, y es una persona muy distinta a como la imaginabas. ¿Cuántos y cuántos, excelentes desconocidos hemos dejado de conocer por esa extraña soberbia que nos impide abrir, de par en par, las puertas de nuestras sensaciones y admitirlas? Hay quien dice que eso es prudencia, otros timidez y yo, ahora, creo, sencillamente, que es pura estupidez.
Llegados a este punto te doy una vez más la razón..................a la par que agradezco el que recuerdes todas estás pequeñas (o no tanto) cuestiones que en ocasiones se nos pasan por exceso o por defecto.
ResponderEliminarGracias, argy, mil gracias. Un abrazo
Eliminar