03 mayo 2014
Recoges los sentimientos, los cocinas al vapor de las esencias de tu nostalgia y les das un toque de calidad con esa salsa que solo tu alma sabe dar a todo y a todos aquellos a los que quieres y los envuelves, una vez en su punto, en ese mismo papel de plata que abrazaba esa rosa rosa que le regalabas cada tanto a tu Madre con cualquier excusa. Luego abres los ojos te sientas en el sofá y te das cuenta que es suficiente motivo de vida verlos allí, a tu alrededor, te basta con sentirlos cerca, con escucharlos y todo eso sucede sin que ellos lo sepan jamás. Mientras tanto, sigues ahí, pensando y deseando, que algún día todos ellos puedan sentir lo mismo que yo siento con y por, ellos.
Felicidad, vida y sentimientos, tres ingredientes cuya buena mezcla debiera bastar para que el mundanal hacer fuera algo lujosamente sencillo.
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