Fotografía de michal macku
21 julio 2014 - 21 julio 2016
Sentía su aliento cerca de mi oreja y por la espalda un hormigueo variable absorbía mis sensaciones. la noche se estaba haciendo eterna y todo era o parecía, invisible, era como si el mal más perverso se hubiera apoderado de mi. Era como cuando en los 60 acudí, por primera vez, a las calles del chino barcelonés en busca de sensaciones no vividas y vi esas horribles escenas de señoras en paños calientes ofreciendo nosecuantos favores sexuales que a mi, a esa edad, me sonaban a guarrerías impracticables. Mientras tanto, en los bares, en todos, los hombres iban envueltos en humo con los ojos perdidos en los culos de las señoras que allí se dejaban ver … y tocar. Creía volver a sentir el calor de su aliento mientras que una voz resonaba en los pasillos de la nada clamando, de un modo estúpidamente subliminal, el no te rindas de siempre, pero, de golpe, cuatro palabras adornaron mi escenario sin que yo supiera darle sentido, ni condición alguna a su aparición:
Sentía su aliento cerca de mi oreja y por la espalda un hormigueo variable absorbía mis sensaciones. la noche se estaba haciendo eterna y todo era o parecía, invisible, era como si el mal más perverso se hubiera apoderado de mi. Era como cuando en los 60 acudí, por primera vez, a las calles del chino barcelonés en busca de sensaciones no vividas y vi esas horribles escenas de señoras en paños calientes ofreciendo nosecuantos favores sexuales que a mi, a esa edad, me sonaban a guarrerías impracticables. Mientras tanto, en los bares, en todos, los hombres iban envueltos en humo con los ojos perdidos en los culos de las señoras que allí se dejaban ver … y tocar. Creía volver a sentir el calor de su aliento mientras que una voz resonaba en los pasillos de la nada clamando, de un modo estúpidamente subliminal, el no te rindas de siempre, pero, de golpe, cuatro palabras adornaron mi escenario sin que yo supiera darle sentido, ni condición alguna a su aparición:
- Tormento
- Sangre
- Vida
- Lucha
Todo sucedía con rapidez de vértigo hasta que la visión se convirtió en realidad y me trasladó al volante de un pequeño coche terrenal, de color granate y porte alto. De pronto oí una voz amiga que me decía: “Enrique, estás bien, tienes cara de haber visto al miedo” ... - Quizás.
No, miedo no, pesadilla. Una simple pesadilla, Enrique. Inocentemente, hace tanto tiempo como cuando empezó el Imperio, atravesé esta zona que nombras para grabar la pequeña iglesia románica, bastante deteriorada, que existe casi al final de una de las calles perpendiculares a Las Ramblas, a la derecha. Creo que sentí lo mismo que tú, una pesadilla que no entendía como podía existir, un descaro que te ordenaba ir aquí o allá. Lo eludiste mejor que yo. Iba caminando y cargado de aparatos de bastante valor. Todo quedó en una pesadilla.
ResponderEliminarUn abrazo, Enrique.
Bueno, amigo Campillo, yo entonces tenía 15 años, era el año 64 y entonces el chino era un barrio seguro. Las pesadillas dicen que tarde o temprano reaparecen en el escenario de nuestra imaginación ... ¿Será verdad?
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