25 septiembre 2014
“Hola, yo soy Juan, te conozco, Enrique, te vengo observando desde hace varios años por aquí, por la Playa, aunque ya te conocía de esas noches de la Noche Empresarial Alicantina de los 90. Me gusta sentarme aquí, en este banco, como tú. Nunca te había dicho nada, pero he estado muchas veces sentado junto a ti, pero, siempre, pareces no estar aquí.”
Y Juan ha empezado de un dulce y sentido modo, a regalarme su vida …
“Yo estaba en la automoción y me iba bien, me pagaban bien y hasta me iba, extraordinariamente, bien. Era, éramos, felices, si, pero ella murió hace, ya, seis años. Desde entonces solo bebo, no mucho, una copa de vino cada hora de comer y brindo por lo que tuve con ella tras 44 años de matrimonio. No tengo hambre, no tengo ansias de vivir y solo me quedan las tardes de dominó con mis amigachos de siempre. Te admiro, a mis 84, te admiro y te leo, solo te deseo que no te ocurra como a mi.”
Hoy ha sido un día de intensas y emocionadas relaciones, casi como cada día. Ahora me voy a sentar en la orilla del mar a rezar al dios que exista y a cantar … a cantar por Ella, como cada día.
Pues sí, Enrique, lo mejor que has podido hacer: mirar el inmenso mar y sentir la brisa que siempre ha acompañado tu felicidad. Tu amigo, al igual que muchas personas, es un ser que siempre amó y se sintió amado, sentimiento realmente difícil de conseguir y entrañable como pocos.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo Enrique.
Mi amigo, que ahora lo es, es todo un ejemplo a seguir, para mi. Cuesta tanto encontrar a gente feliz y que, además, sepa trasladar que eso es posible, que me resultó emocionante que Juan lo hiciera conmigo, amigo campillo. Un abrazo.
EliminarDebemos dar todos los dias gracias por lo que tenemos en forma de personas ,y la suerte de poder disfrutarlo. Que buena es la empatia, en estos casos más!
ResponderEliminarEs cierto, amigo argy. No siempre sabemos apreciarlo y es por ello que conversaciones con gente como este nuevo amigo, Juan, me van a resultar muy enriquecedoras.
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