08 octubre 2014
Julio y Julia, una pareja feliz, dos hijas, él, un ingeniero de caminos excelente, con un buen empleo en una gran empresa de ámbito nacional, y ella dedicada al hogar, día y noche. Ella un buen día, con las hijas ya mayores, se hartó de él, de su trabajo y de sus viajes, y se dejó querer por su endocrino hasta que convino que éste le prestaba más atención que Julio y otra buena mañana le dijo a Julio adiós para intentar una nueva vida llena de mayores atenciones. Eso fue hace unos veinte años, justo cuando los conocí en Valencia donde yo hacía mi remontada final en el mundo empresarial, profesional. Julio siguió con su vida y su dolor, y nunca se le conoció pareja alguna, aunque sí tuvo algún escarceo amoroso con alguna de sus compañeras de labor, pero, eso sí, nunca se llevó a ninguna a su cama o así le consta a quien lo puede decir cual, habitualmente, es la vecina amiga de enfrente.
Hace unos días me los encontré, a Julio y Julia, en uno de mis paseos madrugadores en el Paseo de La Playa, ella no me saludó aunque me lanzó una sonrisa amable, él me cogió del brazo, después de sentarla a ella en, curiosamente, mi banco, y me puso al día, lo cuál intento relatar, más o menos, así:
"Enrique, no te extrañes, ella me dejó, como sabes, pero su desvarío le duró solo un año. Yo fui culpable, lo sé, pero cuando se quedó sola le pedí volver y ella siempre se negó, decía que eso no era digno. Nuestras hijas nos quieren a los dos, pero a ella más que a mi, siempre la apoyaron y yo nunca me ofendí por ello, nuestras reuniones con ellas siempre fueron por separado. Nunca dejé de quererla y siempre me sentí culpable. Creo que ella nunca tuvo claro el porqué me dejó. Ahora, Enrique, no te saluda porque no te conoce, tiene Alzheimer. Cuando me enteré, hace ya dos años, le propuse a mis hijas a que no se opusieran para que volviera para ocuparme de ella, de mi mujer. No sabré nunca si su decisión es voluntaria y/o obligada y tampoco sabré si mis hijas me dejan hacer porque reconocen mi amor por ella o por su propio interés, pero eso me da igual, Enrique, yo siempre la quise y, ahora, aunque ella nunca me pueda entender, ni comprender, es la única forma que tengo de demostrarme a mi mismo y a ella, aunque no lo sepa, que nunca dejé de quererla."
Enviado de Samsung Mobile Note III
enriquetarragófreixes
Relatos de la vida cotidiana diria yo, esta vez entre Julio y Julia, a veces las parejas que mas felices parecen, estan al borde de la separación o se está fraguando
ResponderEliminarUn abrazo Enrque
Irresponsablemente cierto, amigo Toni, pero cierto, muy cierto.
EliminarFeliz tarde.
Me has puesto los pelos como escarpias, Enrique.
ResponderEliminarEs una de las historias de amor más bonitas que he leído en mucho tiempo.
No sé cómo te quedarías tú cuando te la contase Julio o si es una historia inventada. Sea como fuere, es preciosa y auténtica.
Un abrazo
Dicen, María José, que el que escribe no está obligado a hacerlo sobre hechos reales o imaginarios, de una u otra manera, la historia, en este caso, te diré que es absolutamente cierta y ejemplar, al menos para mí, momentos en los que confieso que mi amor de siempre lo es, ahora, mucho más que nunca.
EliminarEs la mayor demostración de amor que nunca ella sabrá. Las hijas dudo que entiendan, aunque les convenga. A esa enfermedad la temo más que a ninguna otra, las otras se te llevan el cuerpo cuando ya no resiste más, el alzheimer, se te lleva el alma primero e impide que puedas cruzar ayudada de los recuerdos. Un aplauso Enrique.
ResponderEliminarEs muy cruel, Yolanda. Tenemos varias experiencias cercanas en la familia y es horroroso, especialmente para el que que vive cerca.
EliminarPor cierto, un honor verte por aquí
Es un honor seguirte, Enrique
EliminarSiempre que leo una de tus entradas veo el lado luminoso de la vida. Incluso en las historias con fondo dramático. Un saludo
ResponderEliminarGracias, mimarzgz. Será que, en el fondo, somo felices y optimistas.
EliminarSaludos.
Me encanta. Estas historias me reconcilian con los humanos
ResponderEliminarSí, Griselda,. a mi me recorre un escalofrío por la espalda cada vez que lo recuerdo.
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