30 enero 2015
Se levantó y pidió la palabra:
“Creo que ustedes no saben apreciar el don del que posee esa enfermedad de la que quieren hablarnos hoy. Macra, mi querida esposa, tiene Alzheimer, declarado desde hace, ya, cuatro años. Actualmente no me reconoce y mi reto es enamorarme de ella cada día y a su vez hacer que ella se enamoré de mi. Tras cuarenta y nueve años de matrimonio, nunca pensé que llegaría a ser tan feliz, ni que ella lo fuera a serlo tanto como lo es, ahora, cada día. Ustedes, hablan y hablan, de sus males sin importarles nada lo que les sucede a los demás. ustedes anteponen el yo a todo. No hay mas que oírles. Todos empiezan a hablar con la palabra Yo en la boca y en primar lugar. Yo creo … yo digo … Aplíquense en atender el mal de los demás por encima del suyo propio. Ustedes no tiene una enfermedad, ustedes están enfermos pero no lo saben, ustedes están enfermos por ausencia de amor. Cuídense.
Luego, en los segundos cafés, el viejito nos contó que su mujer no se llama Macra, se llama María, pero que le llama así porque eso es lo que para él representa: Macra quiere decir, LA QUE ENGRANDECE.
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