14 abril 2015 - 2013
Hace ya un par de años, junto a la primera taza de café del día, Manuel, un reencontrado amigo hospitalario, me decía , entonces, mas o menos, algo así:
“Un día cualquiera tu cuerpo decide dejarte tirado en el camino y no tienes mas razón para vivir que esperar a que algo pase de inmediato. Entonces comienzas a darte cuenta de que te has convertido en transparente y echado en el saco de las amistades esquivas. En ese momento descubres cual es el verdadero peso de tus relaciones con los que te rodean”
Esta mañana, en el Ateneo de las despedidas ilustres, me han contado que Manuel, murió hace una semana; que el mal de males se instaló, poco a poco, por todo su esqueleto en estos últimos dos años y lo devoró con más dolor del que debiera soportar alguien con ese mal; que a su sepelio solo fueron catorce personas entre amigos y familiares; que según, Arturo, que pudo enterarse a tiempo, murió feliz, cogido de la mano de su Nuria y de su hermano Paco que es cura en Barcelona … ; y que sus últimas palabras fueron para nosotros … “Dile a esos cabrones que me he ido de viaje, no les digas ni como, ni donde estoy ahora, que los añoro y que cuando llegue al sitio les daré razón de donde estaré … que les espero … les prepararé el mejor café del purgatorio”.
Lo curioso, pasó cuando Arturo terminó de contarnos la historia … solo dos lloraron, los demás tras un largo silencio … rieron con extrañas e histriónicas carcajadas, carcajadas heridas por el dolor, por el sentimiento, por la contrición, por esa palabra de “muerte feliz” que a todos nos hace derrumbarnos sin saber por qué. Manuel se fue … un café nos espera … ¿Un café feliz? … seguro que sí.
En ese cafe, ed ese local nos veremos. Esperemos que el camino recorrer sea corto o largo, tenga buen caminar..
ResponderEliminarSaludos Enrique
Bien, mcf, nos vemos allí, pero sin prisas; hay cosas para las que no conviene tener prisa alguna.
EliminarUn abrazo mediterráneo