El verano es un asco … ¿O no?

15 agosto 2015

Escenas de verano:

No te puedes acercar a la orilla, el paseo de La Playa está desbordado por gente que grita  y otra que vende de todo. El bullicio es insoportable. En el quiosco de Antonio la charla se hace imposible y lo peor es que se ha convertido en una torre de Babel. A la vieja amiga que gusta barrer su trozo de calle frente a su casa baja en El Raval Roig no se le ve desde junio y en el bar de La Playa, frente a la parada del Trenet, donde empieza el Paseo, nadie habla español y los camareros, por su internacionalidad, parecen  empleados de la ONU. Aparcar es un imposible y si consigues hacerlo no hay banco público o privado que no esté sujeto al tormento del niñito grandullón de turno con su cubito lleno de arena y agua que se sube por encima, por detrás y hasta por debajo del banco con, eso sí, la atenta llamada de una madre que, con las rígidas normas educativas de la gente de hoy, le advierte … “Deja de echarle arena en la cabeza  y en los zapatos  a ese señor que se va a enfadar”. 

Pero nada de nada podrá conmigo, con mi ánimo, el verano, como decía Eugenio en uno de sus famosos chistes, es como llevar un abrigo de pieles en el Sáhara, sudas y sudas pero cuando te lo quitas te quedas en la gloria. Yo, en verano,  hago lo mismo que hacen las hormigas. Bien temprano, asomo la nariz un poquito por el callejero accesible para ver si escampa y cuando tengo todo hecho y veo que El Lorenzo se empieza a poner alto y la marabunta humana empieza a ocupar cualquier grano de arena, banco o sombra, me voy para la cueva … allí estoy en la gloria … me miman demasiado.

Ah, como decía y dijo al final de su discurso al recibir el Premio Cervantes 2010, mi adorada Ana María Matutes … “Me permito hacerles un ruego: si en algún momento tropiezan con una historia, o con alguna de las criaturas que transmiten mi escenas, por favor créanselas. Créanselas porque me las he inventado”.

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