Oía, al punto de la sorpresa por el escaso sigilo con que lo hacía, las revelaciones amatorias de un maestro del Instituto vecino, puesto a amante de una compañera mucho más joven que él, con ese clásico lamento ... "No, no dejaré a mi mujer ... al menos de momento". Ella se puso a llorar y yo no sabía dónde meterme pues casi rozábamos nuestras sillas. A ella se le cayó el café sobre la mesa, a él se le escapó un chasquido y con un te quiero indefinido y torpe, se levantó y se marchó. Ella me miró, le pregunté si podía ayudarla y ella sabiendo que podía haberles escuchado, me dijo: "Nadie puede ... todo es consecuencia de mis ilusiones, son promesas cual si hubieran sido escritas en el agua y que a nada conducen ... solo promesas tan inconsistentes como el medio en el que fueron escritas".
Hace muchos, muchos años, en un día tan señalado como el de hoy, me levanté, (tras un sueño reparador), fresco como nunca, mente despejada, alma en vilo y ansias por comerme el mundo. Hoy, quizás demasiados años después, tengo la misma sensación ... quizás sea porque nunca supe, ni quise, escribir sobre el agua …
“Toda el agua del mundo es una abuela que nos cuenta naufragio y regatas que nos moja la sed y da permiso para seguir viviendo otro semestre” – MaBe.
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Es que resulta un poco difícil.
ResponderEliminarESTÚPIDAMENTE DIFÍCIL, TRACY, PERO, AL PARECER, ALGUIEN SE LO CREE O LE GUSTA CREÉRSELO CUANDO SE LO PROMETEN SOBRE ESE LÍQUIDO LIENZO.
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