Fotografía de Brendan T Lynch
09 septiembre 2015
Pasaba el tiempo, durante esos sagrados minutos que te regala el amanecer, sentado en mi banco frente al mar, cachava entre piernas y manos sobre el puño, mientras me daba cuenta de lo rápido que pasan y se lapidan los meses, las estaciones ... los años.
Un punteo de dedos huesudos y enérgicos, en mi hombro, hacen que despierte de mis innombrables sueños sobre la eternidad de la belleza, de la belleza de la soledad y de la soledad hecha dulce eternidad. Al volverme, una voz angelical, dulcemente coqueta y veterana, triste pero entusiasta, me dice ... ¿Quién soy ... no me conoces? - Era Lucía, La Voz, bella como siempre, elegante, sugerente, receptiva ... un encanto de mujer que llenaba todos los locales de canto de la vida nocturna en los 80 desde Barcelona hasta Cartagena.
- - ¿Cómo no iba a reconocerte vieja amiga?
- - Estás igual que cuando os conocí, Enrique, parece que hayas hecho un pacto con el diablo.
Casi una hora de charla, hablando de su suerte y escasamente de la mía ..., con la artista que hacía soñar a los hombres en la era de los éxitos del ayer, sí, ella estaba ahí, sentada junto a mi, para envidia de las olas y de mi especial cielo matinal.
Se casó tres veces, enviudó dos, y del tercero se separó hace veinte años. Tuvo dos hijos de los cuales ignora su paradero, pero le dejaron tres nietos de 15, 17 y 22 años, con los que malvive en un lugar de la costa Norte de la Ciudad. A sus 71 hace, aún, algún bolo tipo vintage que le permite, junto a su paga de viudedad y la lenta y controlada, venta de un pequeño arsenal de joyas obtenidas como ofrendas de amor efímero en su mayor esplendor profesional, vivir decente pero preocupadamente. De sus nietos, solo el mayor la adora y la cuida, aunque a ella no le guste porque cree que él debiera dedicarse a lo suyo, a resolver su vida. Ella está triste sin decirlo, lucha, aún, por su supervivencia ... "La vida es lucha, Enrique" ... pero ella sigue ahí ... bella, elegante, dispuesta y necesariamente obligada a demostrarlo. Nunca nadie le regaló nada que no mereciera ... ella es todo un ejemplo de vitalidad y de fidelidad bien interpretada ... "Nunca fui nada que no quisiera ser, Enrique, estuve con muchos hombres, pero sólo quise a uno ... y aún le quiero, aunque ya no esté". Ella, hoy, es la cara oscura de esa vida que vivimos en plenitud y en juventud, ella era La Voz, era el símbolo de una Sociedad ansiosa de éxitos y de valores consecuentes con el esfuerzo, de la realidad inexistente y la del futuro alcanzable con ello. Ella, ahora, vive en el olvido de casi todos, ella es una consecuencia de una Sociedad que solo consume ... que nunca sirve a aquellos que nos sirvieron y que lo dieron todo para que en un tiempo difícil fuéramos felices ... ella es de esas héroes que ya no salen en los telediarios, ella tampoco sale en los periódicos ... ella sólo vive en nuestro recuerdo ... en el olvido ... ¿De verdad somos así? ... ¿Podemos vivir con ello?
Feliz seas y te dejen, amiga Lucía ... yo/nosotros, (Ella y yo), te quise y te quisimos y nunca te olvidaremos ... ¿Bastará con eso ... o hay que hacer algo más? … no siempre sé que hacer, hoy era una de esos extraños “siempres”
Enviado desde Note 4
Hola. Lucía es el reflejo de lo poco la sociedad cuida a los que fueron alguien. Coincido contigo en que el tiempo pasa rápido, muy rápido... seguimos en contacto
ResponderEliminarDemasiado, rápido, Marta ... demasiado.
EliminarUn abrazo de miércoles.
Enrique, te hemos visto con ella y no te hemos dicho nada ... mañana nos lo cuentas. Envidia sana.
ResponderEliminarEsos que llamas del Ateneo
Imposible, amigos, tenía los ojos cerrados todo el tiempo.
EliminarSois unos faroleros