Le contaba hace un rato a un buen amigo de esos del ayer, muy afectado por la falta de emotividad del personal de su exentorno profesional y político a la hora de saludarse y saludarle, que la popularidad muere cuando el poder se acaba. Es lo que hay. A veces, incluso, tienes la impresión de que te has vuelto transparente y eso, sin duda, es una gracia que, cuando la superas, acaba hasta gustándote pues ya no tienes que afeitarte para ir a pasear a la Playa o, ni siquiera, te tienes que cambiar de ropa para acercarte a El Corte Inglés a comprar ese pan especial de hojaldre que te pirra. Te puedes dejar el pelo largo, ponerte camisas anchas cayendo por encima del pantalón y hasta te da igual que digan que te han visto con Juana la de la Asociación de Constructores por Alfonso El Sabio. La Popularidad, del tamaño que sea, es efímera y laxante, eso sí, pero solo deja al descubierto, en las personas, el interés, el egoísmo y la falsa amistad. Cuando tienes poder, eres un señuelo de las aves de la rapiña, en eso te conviertes y no es que seas para ellos un guaperas inalcanzable, es que tienes algo que les interesa, solo eso. Quizás lo mas complicado sea saber prescindir de ella, de esa mala amiga que, a veces, te embauca y te hace sentir mas importante de lo que eres, sin serlo. Todos tenemos esa falsa sensación de popularidad que, por muy pequeña que sea, te gusta abandonarla, pero nuca que te la quiten.
Cuando escribes, y eso lo sabrán los que lo hacen a menudo, no puedes evitar que alguien se ponga encima de tu hombro - regalándote esa “agradable” halitosis a café con anís del mono - a fisgar lo que escribes y ... “No me seas zaborrero y deja ya de escribir tonterías y endechas”, me dice mi culto compañero de mesa, “pero si a ti solo te han conocido los de tu calle, Enrique, para que coño escribes esta tontería” ¿? de nada ha servido que le dijera que no hablaba de mi – o eso creo – pero como decía el lanzador de ese libro que me pirra, “Sostiene Pereira”: “ ... sin embargo sentía una gran nostalgia, de qué no podría decirlo, pero era una gran nostalgia de una vida pasada y de una vida futura, sostiene Pereira”.
madamebovary dijo:
ResponderEliminar30 octubre, 2015 en 17:52 (Editar)
Pues sí. Y encima hay quien hace lo indecible para no perderla. Ahora, Enrique, eso de la transparencia a veces sienta muy mal.
Abrazos.
Es cierto, madame, tengo amigos que están, ciertamente, traumatizados. Su afan de notoriedad les consume … y nos aburre.. Un mal muy generalizado entre aquellos que creyeron que un día fueron algo porque tenían la tarjeta del alcalde en su billetera.
EliminarFeliz viernes la nuit.
elcorazondelmar dijo:
ResponderEliminar30 octubre, 2015 en 18:07 (Editar)
Es cierto lo que dices. Cuando has estado en primera línea del mundo laboral durante bastantes años ocupando un puesto de ejecutivo/a medio y ahora estás sentado al otro lado…te vuelves invisible o transparente. Cuando eras “alguien” aunque tú no quisieras serlo todo eran parabienes, intereses y falsas amistades. ¿Escribir con nostalgias? Sí, mucho con la pasada y bastante con la futura. Es condición humana. Buena tarde.
Estaré de acuerdo en casi todo lo que has comentado, ecdm, pero especialmente en eso de ... "Es condición humana".
EliminarFeliz viernes la nuit
¡Cómo lo sabes...!
ResponderEliminarPues sí, Tracy, se aprende abase de perder plumas y ganar canas.
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