16 diciembre 2015
Pere, (Pedro el catalán), es una de esos tantos y olvidados
viudos que se da cuenta de lo mucho que quiere o debía querer, a su mujer el
mismo día que enviudó. A sus setenta y nueve vive solo, pues su hija dice que
bastante tiene con su marido, sus dos hijas - que están en esa peligrosa edad
que ofrece la pubertad - y con cumplir con su horario de apoderada en una
conocida entidad bancaria. "Papá, yo no puedo estar por ti, tienes que aprender
a vivir solo" - le dice su querida niña. Pero Pere le pone interés a la vida que
le queda y se esfuerza en contarle como está a todo aquel se cruza con él por la
calle y le saluda con el rutinario y protocolario "holaquetalcomoestás". Pere se ha convertido -
para aquellos que tienen la suerte contraria a
él - en un "palizas". Pero ahora Pere está peor que nunca
... ahora empieza a mostrar preocupantes síntomas de demencia senil. No recuerda
las citas, a veces cree que tiene que volver pronto a casa porque su mujer
"seguro que habrá hecho arroz" y hasta cree que tiene que seguir entrenando
porque puede que le echen del equipo de Mestalla donde triunfó y aunque
efímeramente, es donde tuvo allí sus tardes de gloria, alguna vez. Benet, uno de
los mejores amigos de toda la vida de Pere, y una persona adorable por casi todo
lo que dice y especialmente por lo que hace, se ha propuesto que, al salir de su
jornada de voluntariado a favor de la AECC en el Hospital de su zona, le dedica
parte de su tiempo a acompañar a Pere y sacarlo de sus largas horas de soledad
olvidada por los suyos y hasta, incluso, por él …
No seguiré, no puedo, ni, seguramente, hará falta hacerlo,
solo terminaré diciendo que: admirable, el uno, e inhumano y excesivamente
cruel, el olvidado sufrir del otro.
Ser un ilustre veterano de la vida es, algunas veces, la más
cruel realidad del olvido de quien son lo que son gracias a aquél o aquellos,
que lo dieron todo para que lo fueran.
Enviado desde Samsung Galaxy S6 +
A veces somos hijos desagradecidos, a veces solo somos hijos que se dejan arrastrar por este mundo que gira tan deprisa que ni mirar a los nuestros nos deja... El resultado es el mismo siempre, el eslabón más débil acaba rompiéndose.
ResponderEliminarQue triste historia.
No sé si es muy frecuente, querida EmeM, pero es la que más oigo. Cierto, una triste y poco aleccionadora historia que nos traen estos tiempos más modernos ... o eso creo.
EliminarFeliz tarde ... aunque sea la que es... con nosotros mismos.
A veces somos hijos desagradecidos, a veces solo somos hijos que se dejan arrastrar por este mundo que gira tan deprisa que ni mirar a los nuestros nos deja... El resultado es el mismo siempre, el eslabón más débil acaba rompiéndose.
ResponderEliminarQue triste historia.
No sé si es muy frecuente, querida EmeM, pero es la que más oigo. Cierto, una triste y poco aleccionadora historia que nos traen estos tiempos más modernos ... o eso creo.
EliminarFeliz tarde ... aunque sea la que es... con nosotros mismos.
Hola. este tipo de realidades cada vez son más frecuentes. Me parece inhumano que la hija no saque tiempo para dedicárselo a su padre que está solo y enfermo. En otra época sería impensable este tipo de comportamientos porque los hijos respetaban a los padres y se volcaban en preocuparse por ellos y más cuando uno de ellos se quedaba viudo. Seguimos en contacto
ResponderEliminarhas dicho bien, Marta, en otra época esto no pasaría
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