13 enero 2016
Volví a encontrármela, estaba sentada en su banco, frente al mar, en la espalda del Meliá; quieta y hablando sola, en voz baja, como si estuviera rezando, cigarro puro en mano diestra, apagado y su mirada, muy fija, como clavada, en el horizonte. Una simpática muchacha con un suave y dulce acento sudamericano me pregunta: "Disculpe, señor, ¿La conoce? ella ya no conoce a nadie, hace ya más de diez años que tiene Alzheimer". Lo sé - le dije - Me puse frente a ella, me senté sobre mis piernas y le pregunté a ella, a María ... "Hola ¿Cómo estás?" Me miró y me dijo ... "Hola, cuanto tiempo sin verte ... has engordado un poco pero te veo muy bien" y ella siguió con sus rezos, mirada fija en el horizonte y sus susurros se convirtieron en la voz del ayer, las de esa gran secretaria, cuál era ella, de uno de los despachos de arquitectura más ilustres de todo el Levante español. La conocí en el 78, era ella una guapa y elegante cuarentona que no pasaba desapercibida ante los ojos de nadie por su dinamismo, eficacia ... y aspecto. La dulce y jovencísima sudamericana me insistió ... "¿La conoce?" Miré a esa niña de ojos vivos y le contesté ... "Claro ¿Quién no conoce a María? Ella fue una de esas personas necesarias en cualquier actividad profesional de éxito a las que nunca nadie reconoce su valor. María fue la mejor, a mi me lo pareció siempre ... una persona para no olvidar nunca, todo un ejemplo de personalidad y de forma de ser a imitar y admirar. Ella siempre dijo, (cuando la acechábamos con esa frase tan socorrida de … No te morirás, nunca, María), que ella pensaba llegar a los cien para disfrutar de la vida que ahora no le dejaban, ni dejábamos, vivir". La niña se quedó algo aturdida ante mi, algo desmedida y entusiasta, manifestación, y no atinó a reaccionar con soltura, no tuvo tiempo, pues en ese mismo momento, María, que parecía ausente, de pronto se volvió hacia nosotros e, inesperadamente, dijo ...
-"Gracias, Enrique, nunca nadie me dijo lo que tú has dicho de mi ahora y antes, pues sé que lo hacías en todas partes, y ahora que ya tengo más de ochenta, me gusta que alguien me lo reconozca"
- No dijo más
María siguió con sus rezos, mi guapa niña de Arequipa se quedó perpleja y yo, dándome la vuelta, me acerqué a María y le di un fuerte abrazo sin notar oposición alguna por parte de ella a pesar de la difícil postura que supone dárselo a quien está sentado, la una, y medio incapacitado aunque muy capaz, el otro.
-"Gracias, Enrique, nunca nadie me dijo lo que tú has dicho de mi ahora y antes, pues sé que lo hacías en todas partes, y ahora que ya tengo más de ochenta, me gusta que alguien me lo reconozca"
- No dijo más
María siguió con sus rezos, mi guapa niña de Arequipa se quedó perpleja y yo, dándome la vuelta, me acerqué a María y le di un fuerte abrazo sin notar oposición alguna por parte de ella a pesar de la difícil postura que supone dárselo a quien está sentado, la una, y medio incapacitado aunque muy capaz, el otro.
La belleza del sentir, del notar el sentimiento entre personas, un suceso impagable. Me alegro de saber que aún soy capaz de sentirlo ... quizás no deba, ni puedo, pedir más.
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