Hospital de Sant Pau-Barcelona-Visto desde Avenida Gaudí
Salí corriendo con mi bolsa y mis libros, sin decirle, casi, ni adiós a Don Ángel. Bajé las escaleras de tres en tres. Compré el pan en la Panadería de Gaudí y seguí corriendo hasta la esquina de Gaudí con la Plaza del Hospital. Crucé a toda velocidad. Me paré en la tienda del Tutusaus y compré el pernil dolç, tomates y no se qué más. Pasé de largo del quiosco y me fui recto a la escalera de casa. Llamé desde abajo y tan rápido como me abrió, subí los tres altos pisos del 226 de Padre Claret a la velocidad de un escalador. Llamé al timbre y en pocos segundos abrió la puerta. Ella me miró y sin soltar la puerta me preguntó: “¿Que te pasa Enric?, vienes muy excitado” – Y yo casi sin aliento, le dije: “Mamá, me han puesto un diez en matemáticas y un nueve en latín”. Era el mes de junio del 62.
Nunca perdí las ilusiones, nunca dejé de mirar hacia el horizonte, pero aquellos primeros logros aún están ahí y, ¿sabéis una cosa? … adoro recordarlos, los llevo siempre vivos en mi.
Coño Enric! que bonito...., iba a decir que me has emocionado (pero psssss me da vergüenza). No dejes nunca de contarnos aquí esos relatos de ese tu vida presente o pasada, incluso de la no vivida, tan tuyo y tan lleno de historias que son verdaderas lecciones de vida.
ResponderEliminarGracias, amigo Antonio, las canas y las plumas perdidas ayudan mucho.
EliminarEres un tío DIEZ, que es más importante que tu 10 en una asignatura
ResponderEliminarMe alegro de tenerte como amigo y te felicito por ser como eres.
Ay, Tracy, me has emocionado. Un millón de gracias y, ah, a mi me pasa lo mismo contigo
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