04 enero 2017
“Sensaciones, Enrique, solo será eso, como tú dices siempre, pero nunca me había sentido tan solo“. Juan, ese caballero andante, pintor por afición, prejubilado a los 58, amante de la conversación de taberna, pijo por devoción, viudo por accidente y hoy, a sus 68, se siente dejado y abandonado por una sociedad que desprecia todo lo que no huela a nuevo. Bebe más de la cuenta, apenas conversa con nadie, ha perdido ilusión por todo y solo, de vez en cuando, un guasap lejano de unos hijos lejanos, con fotos de sus lejanos nietos, hace que su faz esboce una sonrisa.
“Cuál es nuestro futuro, Enrique, cuál? ” – No sé, Juan, quizás es que ya vivamos en él y no sepamos darnos cuenta. Adaptarse a él es una forma de seguir viviendo. Hay tantas cosas por hacer ... por cambiar ... por entender, cual imposible para gentes como nosotros que ya no estamos para pedir cuentas … solo queremos que nos dejen vivir, querido Juan … dame la mano y vente conmigo al “hoy”, lo demás ya no importa.
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