viernes, 2 de junio de 2017

Chocolate, café, playa y sexo, sin importar el orden.



Fotografía: Trude Fleischmann ( 1895 - 1990 )

02 junio 2017

Cuando decides atacar la cosa de la fisioterapia aireante  de forma puntual, reglada y activa, empiezan, al mismo tiempo, los dolores en las nalgas, las piernas, en las gorduras de la cintura y hasta en la planta de los pies. “Mire Ud. Enrique, ya tiene sesenta y muchos y no se trata de su enfermedad, tan solo, es que ya tiene Ud. una edad y hay que tenerlo en cuenta. Cúidese, ande mucho, haga fisioterapia al aire libre  y sobre todo ande por la playa, por la zona plana, porque la de la orilla destroza las caderas, cuando lleve diez minutos se tiende en la arena seca y nivelada y se pone a hacerme esta tabla. Una hora diaria, al menos, ¿OK, Enrique?” – Y eso es lo que hago, lo que me dice mi doctora del asunto rehabilitador y que cuida de mis ociosos tirantes musculares.

Andas y andas, te tiras al suelo clavándote una de esos trozos de cristal de botella rota que dejan ahí mis amigos los nocturnos de moda, sudas como un verdadero porky, el pantalón se cae pues la “barri” va empujando hacia abajo y ponerlos por encima del ecuador ventral, como el pachuli, pues no, porque entonces te entra un dolor hueval, que solo es comparable con el fresco olor a fritanga que te llega cada vez que te acercas a uno de los chiringuitos que, aún cerrados a cal y canto, rezuman frescura de la freidora como si ya fuera del mismo día. Y yo a dieta, me ´dan ganas de lamer la freidora pero me aguanto.

“¿Quiere una cervecita?”, me pregunta la del bar al que entro a lo que entro: “No, deme agua, solo vengo a telefonear pues hace rato que me estoy telefoneando”. Los chorros van cayendo por la pechera y por la espalda, los ojos empiezan a estar jodidos porque la crema de factor 80 que me pone mi niña  por todas partes, para que no pille un cáncer de cualquier cosa, acaba derritiéndose con el sudor y se junta con las lágrimas. Cuando mas fachoso estás, ves que viene el Vinagre, que es ese estupendo Director de Caixa Galicia que había en Soto y que ahora va por la Playa San Juan como si fuera el mismo Abel Antón de sus mejores años, a toda leche y con cara de que le va a dar un infarto en cualquier momento. Pero he tenido suerte, como va a lo suyo solo me ha hecho un gesto y ha seguido a eso, a lo suyo.

Sigo y me encuentro a un Ingeniero de los de toda la vida y que no le gusta que lo califique aquí y al decirle que está estupendo me dice; “Pues tío yo le hago caso a mi médico, no hago dieta ni nada de eso raro que todo el mundo hace. Yo me meto todos los días un chocolate caliente al despertar, un buen café a eso de las 10, luego a andar a la playa un par de horas y por la tarde, y sin que me canse mucho, un buen polvo que dura hasta la hora de dormir. Ah, y eso a veces lo hago con cualquier otro orden y también funciona” – Mi amigo el ingeniero, que acabó su discurso entre unas machistas risitas de siempre, y que debe tener unos cinco o seis mas que yo, vive con una rusa de unos 40, rubia y con muchas cosas que ver y contar, según veo en la foto que me muestra, y que dice que se lo hace todo. Tiene con ella un pacto particular de convivencia que no me explica, ni le dejo, por previsible y porque me estoy enfriando con toda la espalda, la barriga y los ojos bañados en sudor de forma inexplicablemente abundante.

Pero cuando ya peor facha tienes, entonces te encuentras a la vecina pija que le da por contarte todas las cosas que no me ha contado en el último año. Aguanto pero ya noto que la humedad me está convirtiendo en la bola premio de la camiseta mojada, lo cual no sería malo, pero si  empieza a serlo porque me acabo de car cuenta que lo del chico camiseta mojada se está convirtiendo en chico pantalón mojado y se empiezan a notar ciertas transparencias que me convierten con toda seguridad, en el monstruo de las galletas.

Finalmente llego a mi zona particular y me pongo a descansar leyendo mi libro de hoy en el que Ignatius, el protagonista, hace cosas ciertamente estupendas y estúpidas. Respiro hondo, miro a mi alrededor y allí está ella, sonriéndome, como aplaudiéndome por lo hecho. Al fin, me acabo durmiendo al sol, con lo que la cara se me ha puesto para que me echen aceite y sal antes de servirme con la carne.

Así fue mi feliz inauguración de mi fisioterapia aireante y playera, nunca, jamás, repetible. Son cosas que cuestan de olvidar, incluso a mi. La próxima vez diré que me toquen antes y durante, la trompeta, a ver si me animo, dicen que funciona.



5 comentarios:

  1. Jajajaja
    Que bien hilas todo lo que cuentas. Un placer leerte.

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    1. AY, TRACY, LO BUENO ES ESCRIBIRLO, LO PEOR ES HACERLO.
      FELIZ SÁBADO

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  2. Es increíble como enlazas de una forma distraída e incluso “descacharante” (por lo divertida) una jornada que para cualquiera sería monótona, aburrida e insoportable, que debe serlo en verdad, pero le das ese aire tuyo tan…particular, que engancha aunque hubieses escrito cuatro palabras. Y no es broma, ya sabes lo seria que soy, es que es como subir al Everest y a continuación enfrentarte a un tsunami, pero sin pasar por el campamento base. Te admiro por ello, por la forma de narrarlo y más aún por padecerlo. A estas horas he llegado hasta aquí sin saber si dormiré, soñaré o me levantaré. El despertador sonará a las 6, pero da igual. Buena noche si andas en la “nuit”.

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    1. Pude andar por la nuit de los viernes y fue genial, amiga Paz, dos semanas sin verlos era muy fuerte para nuestras almas cándidas. Finalmente nos retiramos a eso de las dos, no convenía dar muestras de debilidad, si lo haces, te empiezan a colocar en el banquillo de los reservas ... jajaja ... bueno terminado mi libro del día, la página de hoy, me voy a la fisioterapia que hay que seguir.
      Feliz sábado

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    2. Ah, gracias por los halagos amiga Paz ... un millón de gracias

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