Un día tranquilo, tener un día tranquilo, no es algo que me haya gustado nunca disfrutar, si, pero hoy lo ha sido. La conferencia de anoche fue de larga duración, los temas muy debatidos y las ganas de hacerlo se confundieron con la siempre apetecible provocación que supone la controversia. Agotado pero contento, la noche fue larga y consiguió que me olvidara de lo que fue una mala reunión al mediodía donde un soberbio demonio intentaba colarme una cuerda por la cabeza de una aguja además de aplicarme, a mi edad, eso tan conocido como lo de las ruedas de molino.
Ahora, sentado, casi inmóvil, tratando de congelar esos músculos perdidos en la nada, que ya nunca volverán, me he puesto a escuchar a Iyeoka y … se hizo el silencio y la paz. Probadlo.
Ahora, sentado, casi inmóvil, tratando de congelar esos músculos perdidos en la nada, que ya nunca volverán, me he puesto a escuchar a Iyeoka y … se hizo el silencio y la paz. Probadlo.
¿De qué me suena eso de las ruedas de molino? La tristeza puede irse, debe irse me prometo más de una vez, pero antes ha hecho daño. Y es que es muy difícil sacar sentimientos del corazón. Yyeoka lleva toda la razón. Feliz sábado, hoy me has tocado la fibra más de lo que puedas imaginar, pero no pasa nada, las lágrimas por aquí no mojan (la culpa no es tuya). Mía, solo mía.
ResponderEliminarSiento haberte recordado algo que te haya puesto triste, amiga Paz. A mi, no sé por qué, me encanta refugiarme en esa música y, además, lo hago sin ganas de ser rescatado.
EliminarFeliz sábado, amiga del alma