21 septiembre 2017
- Él cogía el autobús de las ocho menos veinte, en la parada de San Pablo, Él sabía por qué.
- Ella subía en la parada de Padilla, y se puso ahí, como siempre, mirada coqueta hacia los cristales del infinito y agarrada con firme elegancia a la barra vertical de la puerta central del autobús rojo, pero siempre ante la atenta y torpemente disimulada mirada de Él.
- Él, un buen día, aprovechando un vaivén del bus en la curva del Paseo San Juan, se dejó caer, también torpemente, sobre ella y al susurro de un sonoro y discreto "perdón" consiguió que sus ojos, los de Ella y los de Él, se anclaran durante unos cortos y muy largos segundos, como si hubieran descubierto, ambos, un bienestar natural oculto de una belleza emocional, hasta ese momento de sus felices 17, desconocida para ellos.
- Seis años más tarde se casaron en una bella iglesia de un pueblecito cercano a la capital y se prometieron amor eterno.
- Hoy, más de cincuenta años después, ellos, (Ella y Él), siguen amándose como si fuera el primer día, haciéndolo del modo que su condición, su devoción y su sincera protección de algo que saben tener y valorar sentidamente, les permite hacerlo en la forma que la inmensidad de su sentimiento eterno les ayuda a hacerlo.
N: Parecen historias parecidas las que cuento sobre Ella y Él y hasta parecen informalmente inventadas, pero no lo son, son tan ciertas como su imaginario, aún y siempre real, final ... común y eterno.
Original en https://enriquetarragofreixes.wordpress.com/2017/09/21/ella-y-el-el-bus-la-casualidad-y-el-amor-eterno/
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enriquetarragófreixes
¡Qué suerte!
ResponderEliminarMuchísima
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