lunes, 4 de septiembre de 2023

La Chica de los "diecimuchos" y su cita en ginecología


Fotografía de Robert Doisneau


04 septiembre 2023

- Mismo lugar y misma hora, es increíble saber lo que se puede aprender solo escuchando las conversaciones que la gente cruza, sin ninguna reserva, en una cafetería, de cualquier clínica, a las 8:30 h. de la mañana.

- Hoy no ha habido, o no he oído, grandes conversaciones, pero me ha tocado en suerte, en la mesa de al lado, una chica de unos diecimuchos. Llevaba una “codera”, (no sé si se llama así, pero es eso que suelen llevar muchos jugadores de Baloncesto en los codos), ella no paraba de manejar un teléfono, con lo cual competía visualmente, me refiero a la vista del entorno general, competía, digo, conmigo, pues yo andaba a lo bestia con mi smartphone, como a destajo, con mi Twitter, mis correos y mis cosas, como un niño de esos de la era digital.

- Así las cosas, la simpatiquísima chica que dirige el local, junto a otra que es igual de eficiente, pero que se ríe algo menos, nos dice, a ambos; “vaya afición, ¿eh?”, yo he sonreído, (eso ha hecho que me sintiera como si tuviera 30 años menos), pero inesperadamente mi vecina de mesa, que no apartaba la vista, ni las manos, de su teléfono, ha soltado, con un tono de corte angustioso: “es un cab..., no vendrá”, a continuación, suelta el teléfono y pone la cabeza sobre la mesa. 

- La Directora del Local, poniéndole una mano sobre el hombro derecho, le pregunta; “¿te pasa algo?”; no, bueno; sí, pasa que hemos quedado con la Ginecóloga a las 9 y son menos diez y el muy … (susurró algo que entendí, pero que no reproduzco por si me equivoco). Todo eso lo estaba contando mi vecina mientras ponía sus manos sobre la cara y sin disimular su excitación, al final ha soltado una especie de sentencia; “NO VENDRÁ, se ha acojonado, no vendrá”

- Pero entonces, justo entonces, cuando ya creía yo que todo iba a acabar mal, muy mal, aparece por la puerta trasera del Bar un hombre de unos veintipocos años, con cara de niño, pero un tiarrón de casi dos metros, que, teléfono en mano, tras una titubeante exploración visual del local, es reclamado por mi vecina de café de hoy con un; “Cris, cariño, estoy aquí”, y el tal Cris se acerca a la mesa de mi vecina, le da un gran beso en el morro y entre sollozos y besos, un “puta batería del teléfono” y un “vamos cariño que llegamos tarde”, se han marchado a toda velocidad el tal Cris y mi reanimada vecina rumbo a la salida del local y a la felicidad.


@etarragó


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