04 abril 2019
Si un día que empieza triste porque tienes que ir a un funeral, no hay nada como meter la cabeza en el ala para que la pena vaya anidando en el espíritu sin que te des cuenta. Estando allí, en el funeral, lo que mas me entretiene es la forma que tiene cada uno de llevar su dolor por la muerte de ese ser querido que y no volverá. Antes no lo hacía, antes tenía prisa, llegaba siempre tarde o cuando lo hacía a tiempo el charra que te charra con los vivos era algo que parecía lo normal.
“Claro, ya era muy mayor - ahora ya descansa – pobre, con lo que ha sufrido”. Ese era, y es, el repertorio de frases de aliento que los vivos “llegantes” le cuentan a los sufrientes “esperantes” donde lo mejor de la fiesta resulta acabar comentando las noticias de actualidad y como están los hijos y/o, como ahora, los nietos.
Este es nuestro mundo, el de siempre, pero resulta que ahora me veo estas cosas como si las estuviera viendo en el cine, como si yo no estuviera ahí. ¿Qué cosas?, como puedo ser tan burdo.
Voy mirando a todos y me fijo en sus caras, en sus gestos, en su forma de actuar. Veo a los que sufren y a los que “pasan por allí”. Lo hago sin pestañear y sin nada que objetar. Observar el comportamiento humano en sus momentos más comprometidos siempre me ha gustado, ahí descubres su adn emocional y su traperío concursal.
Nada como las palabras, incluso las del cura, a las que parece que nadie oye pero el bisisbismo de los practicantes me recuerda lo contrario.
Yo ya tengo diseñado el mío, mi funeral, por lo que ya me cuesta aprender nuevas formas, pero siempre que acudo a estos sórdidos lugares me quedo con las palabras, las de todos, las buenas y las malas, las que quiero oír y las que me aburren, me quedo con todas ellas, son las palabras de los que temen a la muerte, tanto como la odian.
Este es nuestro mundo, el de siempre, pero resulta que ahora me veo estas cosas como si las estuviera viendo en el cine, como si yo no estuviera ahí. ¿Qué cosas?, como puedo ser tan burdo.
Voy mirando a todos y me fijo en sus caras, en sus gestos, en su forma de actuar. Veo a los que sufren y a los que “pasan por allí”. Lo hago sin pestañear y sin nada que objetar. Observar el comportamiento humano en sus momentos más comprometidos siempre me ha gustado, ahí descubres su adn emocional y su traperío concursal.
Nada como las palabras, incluso las del cura, a las que parece que nadie oye pero el bisisbismo de los practicantes me recuerda lo contrario.
Yo ya tengo diseñado el mío, mi funeral, por lo que ya me cuesta aprender nuevas formas, pero siempre que acudo a estos sórdidos lugares me quedo con las palabras, las de todos, las buenas y las malas, las que quiero oír y las que me aburren, me quedo con todas ellas, son las palabras de los que temen a la muerte, tanto como la odian.
Una admirada y joven amiga, así me lo recuerda: Las Palabras pueden ser mágicas, todo un paseo por la esperanza.
Una maravilla de entrada TE FELICITO QUERIDO AMIGO
ResponderEliminarGracias amiga Mucha ... las palabras son siempre sencillas de entender, pero difíciles de escuchar
EliminarTotal que haces un ejercicio de sociología ¿no?
ResponderEliminarAsí, amiga Tracy ... ¿Tú crees?
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