miércoles, 18 de septiembre de 2019

El Movimiento Nacional, el Kiosco, las señales horarias, la Ángeles, el Arturo y el Cortázar


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Pintura de Fabián Pérez
18 septiembre 2019
– A un sabio de los del amanecer, es decir, en el kiosco de Antonio, el líder de las emociones más cultas del grupo de ancianos para una vida mejor, ofrecía preguntas con respuestas propias, antes de que nadie se atreviera a hacerlo, como el mismo Presidente en Funciones de la Spain más hortera, (políticamente hablando), tales como … ¿Y quién dijo que en la Democracia vigente se viviría mejor que con el Movimiento nacional?, (al menos no nombró al General Sanjurjo, ni a Franco). Nadie se puso a llorar, bueno, sí, Pepe el Sindicalista hasta la muerte le entró una risa floja que caló en todos, pero solo de momento, pues el del Movimiento Nacional, sacó una mirada que parecía que nos iba a fusilar … si pudiera, o pudiese, que es como se declinan los verbos como Dios manda.
– Yo, en el mismo Kiosco y en un alarde de mantenerme como un falso progre, como todos los que dicen que lo son, (ahora), y a la vez como un veterano sin problemas a la hora de analizar los problemas vigentes, pregunté: “Vamos a ver, sabiondos, mira que lo habréis oído veces, pero yo os pregunto algo que pocos saben … “Cuando dan las señales horarias en las emisoras de radio, se oyen unos pitidos para dar la hora exacta coincidente con el último pitido. La pregunta es: ¿Cuántos pitidos son … 3, 4, 5 o seis?” Nadie acertó y a nadie le importó un pijo mi pregunta pues ya sabéis, a los viejos no nos importa una mierda lo que no se sabe y de ese modo, por tanto, no poder alardear de ello.
– Hubo hoy muchas más y espléndidas, noticias que llevarme al Coro de la Misa de Once y al Rosario de las diez y media, sí, pero sólo destacaré una para no hacerme pesado y que tiene mucho que ver con el pasado que nunca conocimos, sí, lo contó Arturo cuando vio llegar a Ángeles a por su “Hola”, (una sesentañera de muy buen ver y de vida muy libertaria), lo recitó más bien, era una frase de Cortázar dirigida a ella, claro: “Vení a dormir conmigo, no haremos el amor, él nos hará.” … Ella sonrió, nosotros nos quedamos acongojados pero ella, la Ángeles, le contestó con otra cita, aunque con coletilla de despedida, del mismo Cortázar, que nadie supo reconocer y que rezaba así: “¿Hasta cuándo vamos a seguir creyendo que la felicidad no es más que uno de los juegos de la ilusión, querido y enamorado amigo?
– Y así, con esta rutina en el cuerpo, decidí hacer lo de siempre, volver a ella, a mi feliz y “rutinaria” rutina, la de cada día que puedo y quiero seguir pudiendo, día a día, como el toque de las campanas del Ángelus de mi Catedral favorita, la del Cristo de Lepanto que siempre me mira y critica, aunque no me ahoga … de momento.

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