05 diciembre 2023
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- Me levantaba por las noches, y cuando apenas había puesto los pies en el suelo, oía su voz preguntándome si estaba bien.
- La primera vez que estuve en un quirófano por un asunto importante fue en el 58 y lo recuerdo como si fuera ahora mismo. Ella estuvo cosiendo mil camisas para que yo estuviera en ese quirófano y con ese cirujano. Ella mandaba a mi abuelo Enric con aquellas “Tortis” de patatas que me sabían a pan celestial, mientras yo me recuperaba en el Hospital Clínico del doloroso postoperatorio.
- Oía el ruidoso clic de su lámpara de noche, cuando mi hermano llegaba a las dos de la mañana de la época, de sus "convenciones nocturnas", y su suspiro posterior, (el de Ella), es como si lo hiciera yo mismo.
- Cuando yo ya llegaba a esas horas (las mías eran a las once de la noche), me preguntaba en voz baja si quería cenar algo, pues la costumbre familiar que mi querido Agustín imponía, era que el que no llega a la hora de cenar ya no cena.
- Sé que el día que levanté el vuelo, ella empezó a morir conmigo, yo era su pequeño, (su Cachito, el de la canción de la Lasso), y eso le restó una importante actividad afectiva que no sé (aunque siempre la vi aparentemente feliz), si alguna vez consiguió recuperarse plenamente de aquello. Yo tenía 23 y ella solo 51.
- Otras muchas anécdotas hacen creer que la historia se repite. Ahora es la que vive conmigo desde hace 57a, la que ha cogido el testigo de la invisibilidad, pero ahora lo veo día a día y de cerca. Es un milagro o una vocación tan invisible como lo de todo lo que hacen. Sufren y viven todo lo de los suyos por encima de sí mismas y de sus males, son esas queridas inolvidables e insustituibles mujeres invisibles de nuestra vida.
SE dan a tutiplén esas mujeres invisibles, cuyo afecto y cercanía al corazón y sus desvelos nos abarcan todo el tiempo. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarúnicas, Carlos Augusto, únicas e impagadas como merecen.
EliminarUn fuerte abrazo.
Eran mujeres que trabajaban de sol a sol, su familia era su feudo y lo defendían con uñas y dientes. Hablaban cosas de mujeres en presencia de hombres, reservaban otros temas para ellas. Darían mil lecciones a muchas feministas de hoy.
ResponderEliminarUn beso.
Así es, Ilduara, me quedo con tu última frase: Darían mil lecciones a muchas feministas de hoy.
EliminarFeliz noche, querida amiga-e.
Creo que es la mejor vocación que hay. Un beso
ResponderEliminarLas madres son así, Susana
EliminarEnrique si fueran invisibles ,no echaríamos en falta verlas a nuestro lado cuando ya o están.
ResponderEliminarBonitos recuerdos, Enrique.
Creo que tú eres una de ellas, querida amiga Tracy.
EliminarSiempre es bueno tener a alguien que te cuida y quiere. Aun cuando no nos demos
ResponderEliminarcuenta. Te mando un beso.
Es tan imprescindible como para algunos olvidarlo, querida Judit.
EliminarFuerte abrazo, escritora.
Y lo son amigo Enrique! ¡Doy fe de ello!
ResponderEliminar¿Milagro, vocación, "misterio"? ...
En muchas ocasiones me sorprendo, todavía, de esa capacidad natural que manifiestan. Y sin faltarles la sonrisa en los labios. El amor en toda ellas.
Sin ellas, la vida sería otra historia!
Fuerte abrazo amigo.
Una brillante frase la tuya, amigo Ernesto, sin ellas la vida sería otra historia.
EliminarFuerte abrazo, pensador.