25 noviembre 2009:
Cae el precio de la centolla y eso me deja muy preocupado, quizás no tanto como cuando leo que los Duques de Anjou esperan mellizos. Las noticias de que una Diva como Chenoa le ponga más trabas a la prensa que el mismo Maradona, es solo comprensible cuando descubres que el divismo estúpido se adquiere cuando la persona traspasa esa línea tan fina que hay entre el “nosernada” y “elsermucho” sin estar preparado para ello como es, y fue, el caso del astro argentino.
Ayer, pensando en no hacer nada, mientras esperaba entre prueba y prueba, tuve la suerte de comunicarme con un pequeño astro que con su silla de ruedas, que manejaba como si del mismo Alonso con su Ferrari se tratara, me puso en evidencia ante mi propia inteligencia.
Estaba todo el mundo hablando, (los de la espera), de asuntos de política popular; Mierda de Seguridad social, no hay papel en los aseos, los políticos solo miran “pasubolsillo”, mi marido está en Cartagena haciendo remiendos y a cobrar pues lo del plan ZP ese, no le pagan ni a tiros, cuando, de pronto, a alguien al que llamaron hizo su olimpiada particular para levantarse y llegar hasta la puerta de la consulta 12. Me maravilló verlo y ver como el resto del mundo presente ni se lo miró. Supongo les pareció normal. Una señora “esperante”, a mi lado, me dijo; “lasclerosi” es mortal.
Al rato, y sería eso mucho tiempo, le tocó a otro de los de la olimpiada hacer el recorrido, pero éste lo hacía con un balanceo propio de un trapecista encima de la cuerda. Nadie se lo miró, ni siquiera la que parecía su madre que con cara de Teresa de Calcuta, lo cogía del brazo con paciencia de la de Calcuta.
Al otro lado de mi silla tenía al chico de la de ruedas. Parece que me había observado desde hacía tiempo y por ello me preguntó; “¿Y tú que tienes? – Sorprendido por su agradable tono de voz, pues …………….., le conté cualquier cosa para salir del paso y luego él me explicó lo suyo.
Sorprendentemente tenía lo mismo que yo, aunque a él se le manifestó desde el mismo momento en que salió al terreno de juego de su vida. Venía solo y no presentaba insatisfacción alguna. A sus 23 años, no creía que el mundo fuera un lugar tan horrible como pintaban los de la “espera”, estaba acabando empresariales y pensaba enrolarse en una ONG de ayuda a discapacitados. Me contó cosas tan extraordinarias sobre la libertad del hombre, el escaso tiempo que tiene el reloj de nuestra vida y sobre el desconocimiento de la desesperanza que él practicaba de forma tan vehemente, que me dejó aturdido, con la mente en blanco y la sonrisa en el alma. Era una especie de ángel metido en la sala de espera de un hospital neurológico para enfermos incurables, motorizado y con voz y verbo celestial.
Al rato hice mi primera entrada, terminé pronto pues la prueba era muy rápida y al sentarme me di cuenta que mi amigo el de “empresariales” no estaba allí. Pregunté por él a la señora del otro lado y me hizo cara de quererme decir; “Este tío loco, de qué me habla”, - Aquí no ha habido ningún chico con silla de ruedas, me dijo. De pronto oigo a mi santa que me dice; “Cariño que te están llamando” - ¿Qué?- “Que te están llamando, date prisa”, - pero; ¿y el chico de la silla de ruedas?, - “pero que dices cariño, venga despierta ya y sal corriendo que te va a pasar el turno”.
No supe si eso pasó de verdad hasta que, ya en el coche, vi al chico de la silla de ruedas que iba por la acera de enfrente y le dije a mi Santa: Mira ese es el chico de la silla de ruedas, - “¿Qué silla de ruedas y qué chico? – Volví a mirar, pero ya no estaba - ¿?
Lo cierto es que cada vez que me acerco a los lugares de la Neurología vuelvo mucho mejor, pero solo por la terapia extrema que supone ver lo que hay alrededor y demostrarme a mí mismo, y a mi inteligencia, que muchas veces, nos quejamos de puro vicio.
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