21 febrero 2010
Amanecía ayer con la vista en la nieve, mientras leía un curioso artículo de Ettore Gotti Tedeschi, en el que nos iniciaba, a los néofitos en materia económica, sobre los orígenes de la crisis actual. Un papanatas, también madrugador, le informaba al guapísimo y fino camarero de la cafetería de Hotel, que había nieve hasta en la ducha, mientras no paraba de contar a todo aquel que le quería oír que había madrugado pues tenía una cita con el Consejero de Educación en la de Ciencias. Finalmente otra elementa, mas papanatas aún que él, le ha puesto, supongo que sin querer, en su sitio, (dejándolo mas colorado que un tomate canario), diciendo que el Sub-Director General le había llamado para retrasar la cita pues el Consejero, que estaba fuera de España, le había tenido al teléfono una hora. O sea, el Consejero de la Cosa, nunca había quedado con él, me refiero al papanata, y que con suerte, a lo mejor, se vería con el Sub-Director General. Yo le miraba de reojo, y le comprendía enormemente, me refiero al papanata, pues a mi, ese tipo de marrones me han surgido alguna vez, aunque era bastante mas joven (creo que tenía unos 9 años, o algo así), y el tal papanata, que se llamaba Isaac, me regaló una mirada de esas raras como queriéndome decir; No estoy o tierra trágame, que daba purita lástima.
Bueno, pues toda esa pesada historia del papanata en cuestión, viene a cuento, porque todo eso estaba pasando mientras yo leía, como podía, un articulazo de Gotti Tedeschi, en el Periódico El Mundo del día y entre las mil lindezas de sus claras alusiones a la situación de las distintas crisis que se observan en nuestro entorno, sustentaba la mas esencial en la de que la verdadera razón de la crisis de Occidente está en la pérdida de natalidad de sus habitantes.
Y entonces, justo entonces, levantando mi panorámica por encima de mis gafas y observando al grotesco y cargante Isaaquiano, (de los muchos y muchos que siempre encuentro, vaya donde vaya), puse el reloj de mi imaginación en el día hora y lugar en que los padres del verborréico Isaac le estaban haciendo y me vi colocando un enorme preservativo entre los dos activos progenitores del tal, justo en el sitio que hacía falta ponerlo para que el mentecato que me había negado la paz en mi desayuno fuera desapareciendo de mi vista. No se que pasó, pero la realidad superó al sueño, abrí los ojos y me di cuenta que el pelmazo ya no estaba allí. Pregunté al camarero del lugar por el tal Isaac y me dijo: “Aquí no había ningún señor tomando café”.
No sé que me pasa últimamente, pero tengo la impresión de que tengo una vida paralela, la cual, y por cierto, me resulta de muy fácil adaptación, incluso siento algún cosquillero morboso que hace sentirme incluso mejor que nunca. No sé, quizás algún día sepa la razón de esto, pero en cualquier caso, tengo la total seguridad de que Don Ettore tiene toda la razón, el problema de la crisis, especialmente de la social, la moral y la convivencial, está en la natalidad de algunos.
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