miércoles, 17 de febrero de 2010

La Luna, ella y yo

17 febrero 2010
Recuerdo que, desde hace casi un millón de años, siempre que tenía que viajar a un lugar lejano y/o permanecer lejos de ella, todas las noches de triste soledad, nos acercábamos, cada uno de los dos, a la ventana más grande para observar la Luna, la cual servía de espejo y de altavoz repetidor a nuestro incipiente sentir. Lo hicimos siempre, desde el balcón de mi casa, (la de mis Padres), aquél que daba a la misma fachada del Hospital de San Pablo, y también recuerdo que cuando tuve que trasladarme a Lanzarote por culpa de unas importantes y dichosas obras hoteleras a finales de los 80, que duraron algo más de dos años, raro era el día que alguno de mis compañeros no me llamaran loco, o cosas peores, cuando veían que me bajaba al jardín y me ponía a hablar con la Luna junto a la piscina, pues era allí donde mejor se reflejaba toda su belleza.

Todo eso lo hemos hecho y seguimos haciéndolo, pero ahora lo hacemos juntos, los dos del brazo y esperando que escampe, que no siempre la podemos ver, pero da igual, es como si la estuviéramos viendo, solo se trata de cerrar los ojos y poner a volar nuestra imaginación. Es algo bellísimo, ¿Lo habéis probado alguna vez? – Pues funciona muy bien – Si podéis, no dejéis de hacerlo nunca, nosotros llevamos haciéndolo algo más de 43 años y aún no nos hemos cansado de hacerlo.

Esta costumbre me la ha traído a buen recuerdo, un buen amigo con este precioso vídeo:

                               



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