domingo, 28 de marzo de 2010

Al Cristo de Lepanto



28 marzo 2010

Bajé del autobús en el final de la línea F, en la Plaza de La Catedral, y estuve dudando sobre qué hacer. ¿Me iba en dirección a la Plaça de La Olla o me iba a verlo?.

Me armé de valor, rompí el molde de mis costumbres y apunté en dirección contraria mis pasos. Andaba sin parar y sin mirar atrás, llevaba ya muchos días tramándolo. Subí la larga escalera de granito que lleva a su puerta y después de atravesar su umbral, me metí en ella. Olía a Misa, a casa de viejas, a sudor de hospital, a muchas cosas así. Mi paso era firme y como me había decidido a encontrarlo, y a verlo como fuera, nada ni nadie me lo iban a impedir, pensé. ……

Estaba ya dentro, iba pisando un montón de piedras en las que ponía todos los nombres de los Santos que nunca hubiera imaginado que existían. Prácticamente nadie hablaba, al fondo se oía una especie de canto gregoriano, y un murmullo de bises que a modo de letanía expulsaban al éter una masa impávida y lejana, lo cual hacían sin parar tras cortos intérvalos silenciosos.

En el atrio central había un enorme Monumento al que un millón de velas iluminaban de modo inquietante y tenebroso, pero magnificente. Otra gran masa estaba allí haciendo bises que apenas eran perceptibles al oído humano, pero no era ese el lugar que yo buscaba, seguí caminando por el recinto donde sus altos techos y poca iluminación hacían que un pequeño escalofrío, y un enorme temor, se fuera apoderando de mi, hasta límites insospechados. 

De pronto lo encontré, allí estaba, majestuoso, mas ennegrecido de lo que me imaginaba, triste y maltratado con su corona de espinas y sus heridas a la vista. Nunca lo había visto tan cerca. Me arrodillé ante Él, y le miré de tal forma que Él no tuvo mas remedio que preguntarme a lo que había venido. No vengo a pedir, le dije, vengo a agradecerte lo que hiciste por mi. Sané gracias a que alguien lo hizo posible y , aunque yo no te conocía, Mamá siempre me dijo que habías sido Tú. Por eso estoy aquí, han pasado ya siete años, pero aquí estoy, he cumplido lo que le dije a Ella que algún día haría. Gracias Jesús. Me levantaba y ya me iba cuando me preguntó; “De verdad no quieres nada mas, no quieres pedirme nada” – dudé unos instantes pero le dije No, no necesito nada, si acaso, ser como ellos, como mis Padres, me gustaría ser tan feliz como ellos. Y sin esperar respuesta me fui.

Al llegar a casa le conté a mi Madre lo que hice y de momento se asustó, (yo solo tenía 16 años, por Pascua del 65), pero luego me dio un fuerte y largo abrazo en el que nos fundimos sin poder evitar que nuestras lágrimas brotasen de alegría desde lo mas hondo de nuestras creencias.

He sentido muchas otras veces, grandes y fuertes emociones, pero lo que pasó aquél día, en verdad he llegado a creerme, siempre, que eso que me pasó no fue un sueño. Era cuando mi alma era pura y flotaba a través del mundo de las ilusiones y de las emociones. Pero yo la recuerdo como si de verdad me hubieras pasado, ADG.

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