Si quieres, puedes

30 marzo 2010

Corría y corría para que nunca me alcanzase la ola, pero siempre lo hacía hasta que un día me cansé. Tenía que saber si yo era capaz de hacerlo.

Allá por el 66, yo era un verdadero machito, , me iba  a las Costas de Garraf y me atrevía a “arrancar” de las rocas donde batían las olas, aquellos ricos y pequeños mejilloncitos que tanto gustaban a toda la especie femenina de la época. 

Yo sacaba mas mejillones que todos los demás juntos, yo me agarraba a la roca, y a los mejillones, y dejaba que la ola me cubriera al batir sobre la roca. Llevaba una bolsa colgada del cuello y cuando salí la bolsa estaba llena de ese rico manjar, pero mi cuerpo, y mis manos, sangraban como un cochino por San Martín. 

Miles de pequeñas heridas cubrían mi piel, mi Madre me hubiera matado, pero ella, el amor de mi vida, me abrazó y me dio mil besos por todo el cuerpo.  Mis heridas dejaron de sangrar y mi atrevimiento nunca se volvió a repetir, pero aprendí que cuando quieres conseguir algo y hay un motivo por el que morir, o vivir, sin que nada te importe, ese algo siempre se consigue.

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