domingo, 13 de junio de 2010

Una mañana de domingo sin enanos y sin experimentos “sexoriales” cafeteros


13 junio 2010


Sales a correr la calle y disfrutar de la l¡bertad de movimientos habitual, pero no es lo mismo. Un domingo sin enanos ya no es lo mismo desde que ellos están por este globo, dando guerra, pero en otra parte.

Pero hay que reponerse y eso se intenta. Salgo a por un pollito de esos que hacen tan ricos por cualquier sitio en Alicante y que tanto me recuerdan a los de mi infancia, donde la liberada mujer Catalana de la época requería tener vida familiar dominical como todo macho al uso, en una demostración clara de que la hembra catalana no estaba por la labor de aquello tan clásico de; Mujer honrada, pierna quebrada y en casa. Se podía ser honrada y compartir espacio dominical con todos los hijos y, hasta con el marido, en cualquier actividad festiva dominical, como la de tomar cervezas, patatas fritas u olivas rellenas en las cervecerías del Paralelo o de la Barceloneta de mi querida Barcelona natal. El Piolindo - allá por los cincuenta y muchos - que era la mayor innovación feminista de toda nuestra era, inventó lo de servir pollos asados ya hechos, de modo que la mujer-esposa ya no tenía que quedarse en casa a cocinar, “tal com cal”.

Bueno, pues decía que me salgo a por el pollo, evocando mis nostalgias y pensando en mis enanos, y ¿que me encuentro? Me encuentro a gente en “quasi” pelotas andando por la calle Holanda y otras del entorno, que para los no iniciados en las COSAS ALICANTINAS PLAYAERAS, diré que estamos a unos 300-400 metros del agua marina y eso no es nada destacable, por lo menos aquí, pues la gente va en pelotas, es decir en bañador chiquitito, hasta en la misma Explanada o en la misma plaza del Ayuntamiento a ver si se asoma la Alcaldesa Digital de la que tanto se habla en la Oposición local.

Pero sigo, en mi calvario dominical, y me encuentro una caravana de coches de pelotas, también, para cercarme al Pollo Pancho de Campello, muy cerca del Sevilla. Hay un caravanón de la leche ante el semáforo que hay ante la puerta del tal Pancho ante el que solo pasan dos coches y ninguno en dirección perpendicular, entonces he pensado que eso es cosa de los ingenieros de tráfico municipales de El Campello que no se enteran de que ese pueblo en invierno es una cosa y en verano otra.

Me doy la vuelta, saltándome alguna norma que nadie advierte y aparco a unos 400 m del tal Pancho en un reducidísimo aparcamiento que he visto y que gracias a mi nuevo bemewito y sus sensores y cambio minus-automático lo he hecho de maravilla, sin destrozarme mi ya irresponsable pie izquierdo.

Me bajo, ando mi 400 y me planto en el local: ¿No hay pollos hoy? – Pues NO - ¿Y? – No se sabe – Regreso a mi bemewito y me voy, tras otra larga caravana de coches de pelotas, a la zona de Costablanca-Avenida Santander, pero en el camino no hay nada como la gozada de encontrarte con esa gente siempre responsable y muy ocupada que se baja a la playa a eso de la una, con sus tres niños y la abuela que, para no dejar lejos a la familia de la playa, se paran en medio de la calle para que bajen todos y así no tengan que andar. Ya sabes, carritos, bolsas, niños que se escapan de las manos de la abuela, más bolsas y todo eso tan familiar que se lleva uno a la playa cuando tiene niños. Lo peor es que, en pleno desembarco familiar delantero,  el de detrás mío ha pitado y el “padrazo” se ha puesto hecho una fiera conmigo: “Qué pasa tío, hostias, ¿no ves que estoy descargando a la familia?” – Sigo, finalmente, y me planto en un pollastre argentino que ha montado el imperio del pollo en menos de un año. De PM, consigo mi pollo mis papas fritas, me pone un par de “birras” mientras espero y me las sudo enteritas esperando mi pollito. ¡Qué placer!

Me voy a mis verduleros, al ladito mismo, a por mis tomates “Raf” y unas cerezas gigantes que me hacen pensar que nunca conseguiré adelgazar.

Envuelto en los sudores propios de mis espasmos dominicales me monto en mi bemewito y encuentro una llamada de mi amor; “Oye, ¿donde has ido?” – Pues a comprar un pollito cariño, solo un pollito en un domingo sin enanos.
………….y es que no hay nada como vivir en La Playa de San Juan en verano, puro masoquismo, pero, también, puro placer, ¿verdad? – Ni café sexorial ni nada que se parezca, nada es comparable con esa forma de vida.

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