Haciéndole caso a mi Santa, a eso de las ocho y media de la madrugada salimos hacia la Playa de San Juan de mis amores. En siete minutos más ya tenemos las dos sillas, revistero y libros aparcados en primera línea de Playa y el coche en su plaza azul aguantando el calvario de los “solares”. Un día se me ocurrió preguntarle a mi niña: ¿Pero por qué vamos tan temprano? - “Vale, lo que tú quieras” … nunca más lo pregunté.
A las nueve y cinco me pongo en marcha y me meto en la cola del Camino de El Campello. Al marcharme he dejado a mi niña en la soledad del puesto montado con sus dos sillas y pañuelo en mano en señal de “Adiós amor, te esperaré siempre”. Allí estaba ella, sola, con apenas a su alrededor una sombrilla y dos sillas vacías de los que las dejan por la noche porque no quieren madrugar. Allá voy, a la marcha.
Ahí no puedes ir, ni mal afeitado, ni con un bañador Tarzán cualquiera, ni con un reloj de plástico. Hola Pepe, hola Juan y hola Catalina, ir a andar a La Playa es como lo de las estaciones para Semana Santa, te paras a cada paso.
Pero coño, así no hay quien coja el ritmo, arranca- para, arranca-para cada diez minutos. Bueno, el caso es que entre que estoy completamente sordo del izquierdo y que las gotas de sudor me ciegan mis ojos, la verdad es que tampoco veo, ni oigo, mucho a quien pasa en una u otra dirección, bastante tengo con mantenerme en pie sin que me atropellen los que lo hacen a mi lado pues parece como si les persiguiera el sastre de otra época. Los hay que hacen que no te ven, y yo los comprendo. Si no te haces el ciego, no consigues hacer lo de andar las dos horas, mas o menos.
Hoy me he encontrado a Pablo, antes 110 ahora 77. Colesterol, algún infarto y azúcar en sangre tienen la culpa de su fulgurante línea superboy. Pablo se hace ocho Km en una hora y menos mal que me lo ha dicho antes, pues yo he intentado contarle que hago 3 en el mismo tiempo, como un logro, el de hacer los tres km y el de poder contárselo. Me ha dejado hecho una pena.
Tras media hora de ir sorteando niños y agujeros en la arena hechos por esos demonios convertidos en enanos que en verano campan a sus anchas por donde les viene en gana, me limpio los ojos y veo el final de mi recorrido. En medio de una importante masa de personal allí estaba mi Torre vigía 2. Me vuelvo, ahora contra el sol y ya la cosa se pone tensa, veo como una avalancha de personal que vienen todos hacia mí. Me tengo que subir a la zona “Huy-huy”, (que quema de la leche), para poder regresar.
Tras otra media hora, medio agonizando, empapado en sudor y la vista nublada empiezo a tener dudas sobre si encontraré o no a mi niña. ¿Pero si la he dejado aquí? – Miro en todas direcciones y al final la veo dentro del agua y al hacerle señas de: ¿Donde está el puesto?, veo que me señala un lugar donde había unas trescientas personas en un metro cuadrado. En el medio de ellos sobresalían las dos sillas que habían sido devoradas por las toallas y grandes sombrillas del ardoroso y festivo personal. “Cariño; ¿Nos vamos?” - “Si conseguimos llegar a las sillas PoZí, cariño, Pozí”
PD: Las vacaciones del personal es de las pocas cosas que siguen igual. Todos a la vez y a la misma hora, como si el verano solo durara un mes. Estaba pensando en cual será la delicia de pasar unas vacaciones a la española en una preciosa playa de Levante. “Tú te reirás, Enrique, pero no te puedes imaginar lo bien que lo pasamos cuando enseñamos las fotos a nuestros amigos cuando llegamos a La Mancha” – Claro, será eso.
+PD: Subiendo hacia el coche, he visto algo que me parecía invisible y/o imposible y le hecho una foto para ver si realmente la estaba viendo. Ahora he visto que era cierto. ¡Que horror! y yo me he pasado la mañana en la de los 3000 obstáculos. Otro día me vengaré.
No hay que preocuparse, enseguida llegará Septiembre, y volverá la calma,,,,,,,,eso si, que tarde un poquito que no se me acaben pronto las vacaciones, jeje
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