26 octubre 2010
Un café en la zona de La Huerta es siempre un placer inusitado. Verbo, formas, gracejo, expresión corporal, lenguaje y sobre todo ese tono picante que le da, siempre la cayena a cualquier guiso que se precie de serlo, como a los mismos y miméticos ocupantes de la tierra del Romea.
Un “eurillo” es lo que cuesta un cortado “amariconao”, como le llaman por aquí, a un cortado descafeinado con sacarina. Eso es un lujo. Noticias, fisgoneo, toreo machista y un poquito de meterse con el Rajoy, el Iglesias y hasta el tonto ese del PSOE, que por aquí es, a falta de otros alicientes, el deporte nacional por excelencia.
Hoy Nino, que se ha leído el post de ayer, y que ha contado a todos sus amigos lo de su existencia, estaba más cariñoso que de costumbre, que ya es decir, sus palabras elogiosas hacia el escrito y lo que él entendió sobre su contenido, eran pura poesía, llenas de brillo en ojos y cara agradecida. No importaban los matices que el resaltaba, no era necesario, lo importante es que él supiera que haciendo las cosas bien puedes llegar a ser reconocido por la sociedad que te rodea.
A mi me han dado ganas de ponerme debajo de la almohada, me estaba poniendo colorado, pero todo ese encanto se ha venido abajo cuando ha llegado Pepe y me ha puesto en mi sitio, o sea me ha contado lo que ya sabía, pero que a él no le gustó nada saberlo, que es lo de saberse como es, pero visto desde los ojos de otro. “Es la primera vez que me dicen algo tan duro, Enrique, no sé si tendrás razón o ni siquiera sé si me lo merezco, pero yo te puedo decir que nunca me he visto así, tal y como tú me describes, no sé, yo creo que siempre he intentado hacer las cosas bien y, quizás, lo que no he sabido es valorar mis actos, pero no me puedes acusar de haber vivido una vida de PM sin que nunca me haya preocupado por los demás y que, además, y encima, ahora me dedique a hacer culpable de mis males al resto del mundo. No, Enrique, eso no es así”.
Bien, yo no he intentado convencer a Pepe de la maldad de sus actos presentes y pasados, aún e involuntarios, como él cree, pero entiendo que ese es el mal, que no es otro que el mismo que le sucede a muchos jóvenes hoy, (y siempre), cuyo principal problema no es delinquir sino el no ser conscientes de ello cuando lo hacen y ese, precisamente, es el mal que nos ahoga a todos, a los de su entorno y a los que lo viven en carne por su proximidad, tanto física como parental o emocional.
Es la decadencia de un modelo de vida que ya no se sostiene. Religión, Contrato y Familia, son los puntales de nuestra civilización actual, no hay mas que analizar su estado de salud para darse cuenta de ello.
Me dice Nino: ¿Ya te vas Enrique?, pues dame un eurillo, ah, y no admitimos propinas o sea que recoge tus 20 céntimos y vuelve cuando quieras. Ya veis, nobles hasta la muerte, no quieren que le regalen nada. Así es la gente de La Huerta.
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