viernes, 25 de febrero de 2011

¿Despreciamos los empleos que no nos colman?



25 febrero 2011

“A mi no me importa lo que te pase, Enrique, yo ya tengo demasiados problemas para andar preocupándome por ti. Yo estoy bien aquí y no me quiero complicar la vida”

Teniendo a alguien que sea capaz de decirte algo así, es fácil comprender que no es necesario tener enemigos. Pues así me sentí yo hace unos dieciséis años cuando tuve la necesidad de recurrir a un amigo para que se viniera conmigo a Valencia, como Aparejador, para afrontar la recreación y puesta en marcha de la División Inmobiliaria de una importante Constructora de ámbito nacional con Delegación Regional en Valencia. Me las tuve que apañar sin él y la verdad es que tuve mucha suerte con mi amigo José Luis, un Valenciano de Alzira al que nunca agradeceré bastante todo lo que hizo por mi y por la Empresa, claro.

Pues bien, hace unas semanas, un buen amigo, ya jubilado, a pesar de haber cumplido sus jóvenes 58 primaveras, me pidió que le ayudase a colocar a su hijo de 29, Arquitecto, en cualquier empresa de la que yo pudiera pedirlo. La cosa me resultó difícil pues mis amigos ya no están en el poder efectivo, es decir, en el del que puede dar un empleo, todos son muy Directores y muy lejanos del día a día, o bien ya están jubilados o en las colas del INEM. Pero, finalmente, lo conseguí, y lo hice tras dar muchos rodeos y alguna agradable comitulia. 

Se lo saqué a alguien que verdaderamente estaba interesado en ese perfil, en el que ofrecía el hijo de mi amigo. Tres meses de ayudante de obra en Ourense, en un centro hospitalario, donde debería estar metido en mediciones y en Autocad, centrándose en la confección de los Reformados. Una vez pasado ese corto ciclo, luego le mandarían a Portugal, a unas obras de viviendas sociales en los alrededores de Lisboa. El sueldo inicial, mas ayuda vivienda, rondaba los 1.300 €. No me dejó terminar, me dijo que por esa mierda prefería quedarse aquí. Luego descubrí que aquí, según me contaba su padre, era en su casa, la casa del padre, claro.

El padre, supongo que incomodo y según me cuentan, algo avergonzado, no me ha llamado en quince días, es decir, desde que sucedió el óbito laboral de su hijo. Alguien me apunta en la cafetulia de hoy que el Padre de mi frustrado arquitecto juvenil, apostó demasiado alto por las aspiraciones profesionales de su hijo y que ahora paga las consecuencias de una mala política educacional. Yo les he contestado que no tienen derecho alguno a criticar a un padre por que quiera lo mejor para su hijo y que el que ha despreciado el empleo, precisamente, no ha sido el padre. Por tanto, no debiéramos echarle la culpa solo al padre  y a lo mejor haríamos bien en mirar nuestro propio ombligo y valorar, inteligentemente, que es lo que habremos hecho mal para que los chavales, que como nuestro joven arquitecto, piensen así.

Claro que en la viña del señor de todo hay y cuando ya nos íbamos nos sale uno de los médicos del grupo cafetuliano y nos dice: “No entiendo, ¿que es lo que han hecho mal el chaval? – Pero si tiene razón, ¿como va  a aceptar ese sueldo de mierda después de los años que se ha pasado estudiando?”
 
 

4 comentarios:

  1. Querido Enrique,
    Sin meterme donde no me importa, tú ya conoces mi historia y en qué punto se encuentra. Imagino, como la de muchos.
    Como dije hace poco cada uno es responsable de sus decisiones. Todos queremos tener un sueldazo de 2000, 3000, 4000.... Directivos..., pero la realidad es bien distinta.
    Personalmente, a día de hoy, sólo puedo aportar una cosa: trabajo.
    Un saludo.

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  2. Acepto tu queja, JA, pero yo solo he contado una historia que se me cuenta muy a menudo. generalizar es malo y en tu caso no hay lugar a la mas mínima sospecha, pero .......

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  3. Pues, si tengo que hablar por mi, ya me gustaria tener "esa mierda de sueldo". Aunque claro, para gustos los colores...

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