Qué es un Viernes Santo sin romanos desfilando ante las lágrimas de los seguidores de la fe que bien sentados, o de pie, en cualquier calle de nuestro pueblo rememoran la vida y muerte del Señor. Yo ya hace muchos, demasiados, años que no lloro al paso de los romanos y, además, por estos lares no hay, al parecer los romanos no pasaron por aquí, por la Terreta y ahora debo recurrir a los del cucurucho en testa y mano en los bolsillos dando caramelos a la muchachada infantil, (para gozo y disfrute de padres y abuelos), para recordar aquella infancia llena de acontecimientos, de ritos y de costumbres para no olvidar.
Mi primer Viernes Santo en Alicante, (1979), me quedé atónito cuando me di cuenta que lo de conmemorar la muerte de Cristo, a las tres en punto de la tarde, en La Catedral, como se hace desde tiempo inmemorial en mi Barcelona querida, pero no añorada, aquí nada de nada. Lo de “ …y a la llaga de la mano derecha y …., a rezar y rezar todas las llagas y otros acontecimientos”, aquí, como digo, nada de nada. Pero yo, incansable al desaliento, entré en la Concatedral de San Nicolás y … ahí estaba, entrando a la derecha, como el de Lepanto pero sin ennegrecer. Ahí estaba el que desde entonces siempre ha sido mi amigo y uno de mis mejores confidentes, el Cristo de La Buena Muerte. Ante él me postré y me instalé en las instancias de mi imaginación, estaba ahí, pero mi alma volaba hasta La Plaza de La Catedral en Barcelona, donde fui a celebrar ese rito desde que nací. Desperté sin atinar a entender como lo tenían tan solo, él estaba ahí, con su cara de dolor y yo con mi nostalgia y mis costumbres truncadas y eso, aunque me costó, es una de las cosas que mas lamenté no tener, durante mucho tiempo.
Las costumbres forman parte de nuestra historia, de nuestra vida, cambias de vida y de lugar y cambias de costumbres, lo importante es que ninguna de ellas se pierda, seas creyente o un simple espectador acostumbrado a la fuerza de las costumbres, eso es la esencia de la existencia, de nuestra buena existencia, respetar nuestras costumbres y la de los demás.
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Asi es amigo, no podemos permitirnos el lujo de olvidar nuestras costumbres, o lo que viene a se lo mismo, olvidar lo que somos.
ResponderEliminarUn abrazo!
Lo malo es que hay que luchar contra todos aquellos que hacen todo lo posible por olvidarlas y para que las olvidemos.
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