“Tú porque ya estás vieja, tía, pero yo si me hubiera acostado con ese tío, yo ya estaría haciendo Platós, tía”. Esa era una de las confidencias oídas el “vendredi la nuit”, en los lavabos de mi sala de conferencias de los viernes, que tiene paredes y rejillas del AA, al mas puro estilo de las películas de terror. Bueno pues eso, hoy lo puedo contar, sin desvelar nombre alguno, ni de los cama-acostados ni de los “acostadores”, como debe ser, pues esas cosas no se cuentan a nadie, es decir, solo a siete u ocho. Lo curioso es que luego, al salir y tropezarme con ellas, me di cuenta que las “viejas”, deberían tener unos cuarenta y tantos. Curioso el sentido de madurez que se autoimpone el sexo femenino a la hora de cruzar el calendario.
Bien, pues hoy mi amigo Suso publica cosas de esas que a mi tanto me pirran, es decir, habla de la decadencia de ciertos valores a la hora de encumbrar y fabricar ciertos iconos mediáticos y su podredumbre, y mas en concreto nos habla de la Obsolescencia Televisiva. En su blog, igual que hago aquí, he querido relatar una visión de la estupidez hecha forma y que aquí dejo:
Anoche estuve viendo La Noria porque aparecía un viejo conocido, Hilario Millán, y luego ya, entre dolor y dolor prostático, y algún bostezo, le oí al Jordi hacerles una pregunta lapidaria a los estupitertulianos que allí pastaban: ¿No me digáis que todo eso lo hacen para conseguir platós? ¿Por qué no se ponen a trabajar? - Lo cual, además de sorprendente, me resultó grotesco. Sorprendente porque la pregunta se hace desde la cadena que ha generado toda esta basura y grotesco porque la pregunta se la hacía a ellos, a los que viven de ir mendigando platós, los cuales, como es normal, no se dieron por aludidos.
Las tertulias de las Teles, no son fácilmente soportables, la razón se adquiere a base de hablar siempre levantando la voz mas que el contrario y de no dejar de hacerlo nunca, ah, eso sí, de vez en cuando, el Presentador hace un teatral acto de fuerza y empieza a chillar parando todas las conversaciones y pidiendo respeto a la audiencia, todo un Show bien montado y perfectamente premeditado. Lo peor, según me hacía ver anoche Maribel, es que, es posible que sea presumiblemente insano ver que eso pasa cuando de esos zánganos mediáticos que la propia cadena de turno crea para irlos apareando o peleando entre sí, pero cuando el asunto se repite con las mesas de periodistas, algunos titulados, universitarios que se prestan también al juego de la grosería, del insulto, del hablar mas y mas alto que el otro y todo eso que ya está tan de moda en casi cualquier tele que tenga audiencia, entonces la cosa es muy grave.
Alguien me dice esta mañana: “La tele no obliga, si no te gusta cambias el canal”. Claro, pero el problema no es ese, yo en lugar de cambiar de canal, lo que hago es no abrirla nunca salvo para ver mi fútbol, para ver las películas de ONO-MGM o las de las tardes de fin de semana en A3 o en la 63. El problema lo tengo cuando salgo a la calle y tengo que relacionarme con alguien al que le han enseñado que ese es un buen sistema. ¿Ejemplos?:
Una moto que pasa a toda leche entre dos peatones en un “cebra”, el tipo que se cuela en la cola del quiosco y nos manda a lo que cae del culo de su perro si le dices algo, a ese que coge carrera por la arena para tirarse al mar atravesando filas de tumbados y tranquilos bañistas, al que me sirve el café que cuando le digo que está aguado porque le ha perdido el ojo, te puede contestar cualquier cosa, al vecino que no me espera en el ascensor cuando entro en el rellano del garaje aunque me haya visto, al dieciochoañero de la bicicleta que baja a toda leche por la acera donde tiene la salida mi garaje y, a pesar de que salga yo con todo el sigilo del mundo, al asomarme me diga “cabróoooon”, al que pone los pies encima de la silla de enfrente en el autobús y no los quita aunque te vea de pie y con idea de sentarte, al que circulando con un coche negro y pequeño pone la música a cien y abajo los cristales de las ventanas para que lo oigamos bien, aunque sean las dos de la madrugada y estés en la Calle Gerona, en pleno centro de Alicante, al vecino del edificio de enfrente que todas las mañanas para su coche en medio de la calle y con puerta abierta, delante de los contendores de basura y mientras todos quedamos condenados a ver su modélica gestión, baja y deposita en la gris una enorme y única bolsa, modélico ejemplar del reciclaje…
A todo eso me refiero, pues eso, al final, acaba afectándome a mi y a todos ¿verdad?
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