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“Un día quizás la encuentre, la seguiré buscando, yo nunca he dejado de quererla y eso, Enrique, eso es lo que anima a seguir haciéndolo”.
Pedro, uno de los colegas cafetulianos de la tarde, me acaba de enseñar a creer. Él a sus 74, ya no anda muy bien y no me refiero, solo, a su forma física, quiero decir que su verbo ya ni es generoso, ni racional, sus charlas, aquellas que le hicieron famoso en los 90 hablándonos de las bondades del ladrillo, ya no son divertidas, ni amenas, se atropella y hasta deja ver un cierto tartamudeo. De muchas cosas ni se acuerda y, además, siempre habla de asuntos que ninguno entendemos, pero cuando lo hace de ella, su cara se ilumina, parece que la lucidez vuelve a sus ojos y sus palabras se vuelven mas fluidas. Juana, su querida Juana, murió en un viaje de verano en el barco deportivo que tenían y de eso hace ya diez años, de un infarto y no llegaron a tiempo a hospital alguno que la pudiera recuperar. Desde entonces, él la sigue buscando, piensa que se ha ido sin decirle adiós y que está en algún lugar …
Pedro, uno de los colegas cafetulianos de la tarde, me acaba de enseñar a creer. Él a sus 74, ya no anda muy bien y no me refiero, solo, a su forma física, quiero decir que su verbo ya ni es generoso, ni racional, sus charlas, aquellas que le hicieron famoso en los 90 hablándonos de las bondades del ladrillo, ya no son divertidas, ni amenas, se atropella y hasta deja ver un cierto tartamudeo. De muchas cosas ni se acuerda y, además, siempre habla de asuntos que ninguno entendemos, pero cuando lo hace de ella, su cara se ilumina, parece que la lucidez vuelve a sus ojos y sus palabras se vuelven mas fluidas. Juana, su querida Juana, murió en un viaje de verano en el barco deportivo que tenían y de eso hace ya diez años, de un infarto y no llegaron a tiempo a hospital alguno que la pudiera recuperar. Desde entonces, él la sigue buscando, piensa que se ha ido sin decirle adiós y que está en algún lugar …
A mi siempre que alguien nos cuenta algún relato como el que hoy nos ha tocado escuchar, me siento al lado de ella y le doy la mano, no le digo nada, solo le cojo la mano. “¿Te pasa algo, Enrique?” – No cariño, no me pasa nada, solo quería sentirte.
Es cierto. A veces no nos damos cuenta del valor de lo que, o de quienes tienes a tu lado hasta que ocurre algo asi, o cuando nos cuentan situaciones como la relatada. Una y mil veces, tomo nota!!
ResponderEliminarEsa es la idea, argy. No siempre nos damos cuenta.
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