En mi infancia tal día como hoy celebrábamos el día de San Agustín. Ay, querido Agustín mío, cuanto daría por enseñarte todo lo que hago, lo que veo y lo que digo. Abrazarte y confundirme contigo, sentarte en mi Playa de San Juan y mostrarte lo que la vida, igual que a ti te regaló, me regala a mi ahora. Hoy hubieras disfrutado conmigo, hubieras estado en tu mejor estado, hubiéramos hablado de fútbol, de nuestro Espanyol, de la influencia de los nietos en la etapa terciaria de la vida y de lo mucho y mal que lo hacen los políticos. Sagasta, Negrín y Primo de Rivera eran unos ingenuos, si hubieran nacido hoy no hubieran tenido nada que hacer. Pero yo, querido Agustín he estado contigo esta mañana, me he sentado en un banco y hasta he hablado contigo, no me digas que no me has sentido, bueno, quizás eso no me importa tanto, lo que mas me importa es que yo te he oído una vez más, como siempre. Felicidades Agustín, me alegra saber que para mi tú no has cambiado, yo te sigo queriendo estés donde estés y ah, este año vamos a dar mucha guerra, aunque no le ganemos al Barça, qué mas da, pero los domingos con mis niños del alma ya están a la vuelta de la esquina. Yo, como tú cuando empezaste a peinar canas, tengo muchas ganas de que lleguen los domingos de invierno y frío. Adiós, ahora me voy a mis misas, ya te contaré.
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