- Hacía tiempo que no lo veía. El llevaba los ojos encendidos, camiseta deportiva, sin marcas, pantalón corto, zapato deportivo y la uve en el pecho del sudor de una dura mañana de jubilado andariego.
- Joan me abraza al verme. Él, como todos aquellos jóvenes que salieron del Condal sin tener acomodo en el Barça de la época, se convirtieron y siguen así, como los mayores anti-barcelonistas del mundo.
- Joan no tiene prisa, me cuenta cosas banales, mostrando muchas dudas que no dice pero que sí que deja ver dado su carácter poco dicharachero.
- Pero hoy, extrañamente, no sabe qué hacer para no dejar que muera nuestra conversación.
- Al empezar a despedirme, noto que se resiste y que acaba con un: “¿Tienes el coche muy lejos?”
– Y Joan me acompaña hasta la estación de La Marina y mientras, una y otra vez, va contándome cosas que no tienen la mayor trascendencia.
- Cuando ya llegamos a la Marina y le hago el gesto de despedirme, Juan me dice, precipitadamente: “No he vuelto nunca más al piso de la Playa, ni me gusta andar por allí, todo me recuerda a ella, no soporto la soledad, Enrique”
– Los dos, entonces, con los ojos encendidos, nos hemos dado un fuerte abrazo de despedida.
- Juan se quedó viudo hace, ahora, un año y yo, siempre que me encuentro a amigos que, como Juan, han tenido que convertirse, por una u otra razón, en singles, siempre me entra un terrible sentimiento de vértigo. Carpe Diem, amigos, carpe diem ... con Ella.
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