jueves, 8 de noviembre de 2012

Culo veo, culo …. veo–De una Mamá española en Alemania


08 noviembre 2012

Hoy, por la especial condición de la autora, por su calidad extraordinaria, por su realismo y por su forma y maneras de contarlo, traigo aquí, hoy, la copia del último post de una bloguería que me pirra:

Una Mamá Española en Alemania

6 noviembre 2012
Tener varios hijos es una de las muchas y variadas fuentes de frustración y culpabilidad en la vida de toda madre.
Yo misma, que he podido comprobar que el amor de Mutter se multiplica a medida que van naciendo receptores del mismo, les confirmo igualmente que la entrega y el cuidado se dividen sin remedio.
Pasar de correr a urgencias por un grano en el culo a retirar puntos de sutura cejil con ayuda de las tijeritas de las uñas es cuestión de unos años y unos partos, créanme.
Y créanme también si les digo que ahí estarán abuelos, tíos, primos y vecinos para señalar ese racionamiento pragmático de histerismo materno y bautizarlo con el terrible apelativo de... tachán... favoritismos.
Sin vergüenza ni decoro - ni apego alguno a su integridad física, por cierto - el mundo entero nos recuerda a las madres lo injustas que somos. Porque el mayor se lleva todas las broncas, el pequeño todos los mimos y, en caso de darse imparidad, el mediano, pobrecito mío, no se lleva nada.
Corren ríos de tinta y teorías varias sobre la miserabilidad de los medianos. Y en todas ellas son condenados, para pavor parental, a una vida de tormento, traumas dispares y frigidez emocional. Claro, con esas infancias solitarias, heredando bodies de uno y expulsado del cochecito por el otro ¿qué otra cosa se podía esperar? ¿no?
Los cojones.
Para que se enteren, los medianos viven como Dios.
Si no me creen, pregúntenle a Destroyer si está descontento con su emplazamiento en la línea sucesoria. Les dirá que no, claro, porque el niño de tonto no tiene un pelo y domina a la perfección el arte de hacer siempre lo que le sale del huevo y, gracias a la cooperación fraternizo-jocosa, llevarse sólo un tercio de la bronca. Como Dios.
El procedimiento es simple, aviso. Consiste, básicamente, en poner en marcha la gamberrada que le apetece en ese momento, contagiar al Mayor con una risa diabólica meloestoypasandoquetecagas e invitar al pequeño, por naturaleza deseoso de pasatiempos que no incluyan el collejeo de su mollera.
Circunstancias de esta vida, la obsesión actual del de en medio es la divulgación de su pito, su culo y las grandes tetas de toda fémina que se le cruce por delante - ya sea la quiosquera o mi madre. Pero por suerte para mí, el Mayor - que debe de estar a puntito de empezar a crecer por partes y convertirse en lo que se conoce por adolescente común - no suele entrarle al trapo cuando de espacios públicos se trata; y el pequeño, por muy divino que lo tenga, lleva a todas partes el pandero envuelto en celulosa.
C´est la vie y mini punto para mí, pensé con la maldad propia de una madre con razón. Una maldad que el sábado me tuve que tragar. Entera y sin masticar.
Múnich. 11.30 de la mañana. Previa entrega de séquito infantil al padre que los fecundó, me dirijo a recoger bártulos propios y disfrutar unos minutos del silencio aeroportuario. Nada más cruzar la puerta, diviso a mi consorte apostado en el coche y hablando por teléfono. Debía de ser una conversación importantísima de esas de sábado por la mañana, porque el muy cabronazo padrazo no se había percatado de la horda de taxistas rientes - vale, serían dos o tres - que señalaban el vehículo y le silbaban al orden.
Yo sí me percaté, claro. De eso y de los dos culos y un pañal asomando por la luna trasera. Y les juro por Gott que, si no llegan a pesar tanto las maletas, le tiro una a la cabeza.
No hará falta explicar que, por esta vez, a cada niño sólo le correspondió un tercio de la mitad del rapapolvo total. La otra mitad se la llevó entera su padre. Y otro entero por descojonarse.


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2 comentarios:

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