27 junio 2013
Hace casi cuatro años viví lo que ahora voy a contar y lo hago porque volvió a suceder: ……………..
“Es mas que probable que la noche no tenga sexo, eso es solo una forma de hablar”.
Esa parrafada se la oí, hace ya muchos años, a un famoso literato y peor conferenciante, en una que nos soltó en el casino de Elx a un grupo de escépticos empresarios, y digo escépticos por no decir remisos, ya que ganas de ir no teníamos ninguna. Es de esas cosas propias de la edad, te metes en cargos institucionales de representación Empresarial y como tienes menos de cuarenta, pues ..,: “Enrique; hay un acto en Elx y te ha tocado a ti”. A las cenas con Lerma, no me invitaban, eso era para gente mayor.
Pero bueno, el caso es que esa expresión de que la noche no tiene sexo, es absolutamente falsa para mi. La noche es mujer. Veréis, os contaré cierta historia que …
Escuchaba a unos y a otros tras un a larga, pero tranquila, noche de charlas. De pronto mi entorno calló, solo oía, en mi imaginación oía a Mozart al fondo, mientras tanto ella estaba allí, delante mío.
Pasito adelante pasito atrás, movía las caderas como nadie, su figura era armoniosa desde la cabeza hasta los pies. Sus movimientos eran la elegancia hecha mujer. Él miraba mas al tendido que a ella, sabía que estaba acompañado de una mujer excepcional y se recreaba y aseguraba de que los demás lo supiéramos. Ella mantenía esa mirada al infinito que llevan todas las divas, abandonándola, caprichosamente y de vez en cuando, para fijarse en él, como premiándole, regalándole una sonrisa de actriz venida del cielo.
Daba igual lo que el culpable de los ruidos se inventase, ella se movía con elegancia y precisión ante cualquier ritmo.
Embelesado en su observación y en Mozart, (caprichos de mi oído izquierdo, completamente sordo), y en esa especie de “spin-off” que me produce este tipo de situaciones, la vi como se ponía de puntillas y le dio un tímido y fino beso a él, que como un pavo real, se hinchó mientras miraba a todo el tendido en señal de poderío, nuevamente.
Mientras daban vueltas y vueltas, mis ojos se nublaron y entonces Ella, mi otro yo, me miró, se dio cuenta. Emanaban tanta ternura que no cabían en el escenario, en ningún escenario terrenal. Parecía una escena de otro mundo.
Los habíamos visto otras veces, pero ayer me fijé mas que nunca. Ella tendría unos setenta y muchos y él, por el estilo. Ella, mi otro yo, me apretó la mano fuertemente y me dio un gran, silencioso y suave beso…………
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